Por Hugo Alberto Panza (*) | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch
Dos hombres conversan en el Anfiteatro de las Américas, sentados en las escaleras, debajo de las banderas. Uno de ellos lee La Palabra:
—¡Faaa! ¡Qué bárbaro! ¿Cómo no me enteré?
—¿Qué pasó?
—¡No lo puedo creer! ¡Es increíble!
—¡Bueno, dale! ¡Decime! ¿Qué pasó?
—¿No te enterarse?
—¿De qué? ¡Me estás desesperando! ¡Decime! ¡¿Qué pasóóó?!
—¡Pero qué tipo impaciente!
—¡Daleee!
—¡Cayó un meteorito en Ezeiza!
—¿Quééé? ¿En serio? ¡Dónde!
—En la Inmobiliaria Vidal. ¡Hizo pelota todo!
—¿La que está cerca de la barrera?
—Esa misma. Por suerte estaba cerrada, y no mató a nadie —dijo, asombrado, mientras seguía leyendo—. ¡De la que se salvaron! ¡Pero no se hicieron problema, eh! Medrano ya está pensando en vender la propiedad con el meteorito y todo.
—¡Epa! ¡Un genio Medrano!
—¡Pero acá dice que el meteorito se dividió en dos!
—¡Uh! ¿Y el otro pedazo?
—¡Cayó acá cerca!
—¿Dónde?
—¡En la imprenta Graffiti’s!
—¡Faaa! ¡Acá nomás, donde está Ponce de León! ¡El de las máquinas de coser!
—¡Acá dice que hizo bolsa los dos locales! ¡Pero estos no se salvaron! ¡No los vieron más! Se supone que están abajo del meteorito.
—¡Uh! ¿Qué más dice?
—Que cuando saquen el meteorito los van a tratar de despegar. ¡Te imaginás cómo deben estar!
—¡Uf! ¡Guácala!
—Dice que van a colocar un monolito recordando el suceso. Los vecinos ya pensaron en los epitafios. A Ponce de León le van a poner: “Se murió”.
—¿Y a los de la imprenta?
—“Ni lo vieron venir”
—No son muy poéticos los vecinos.
—¿Esa que va caminando ahí no es Ana?
—¡Tenés razón! ¡Es Ana! ¡La de la imprenta!
—¡Vamos!
Ambos salieron corriendo al encuentro de ella.
—¡¡Ana!! ¡¿Qué hacés acá?!
—¿Qué les pasa a ustedes dos?
—¡Creíamos que estabas abajo del meteorito!
—¿Abajo de qué? ¿Están locos ustedes? ¿Qué se tomaron?
—¡Acá dice! ¡Mirá! ¡En La Palabra! —insistía uno de ellos y extendía el diario.
—¿A ver? —dijo intrigada y se puso a leer.
Luego de unos segundos:
—Pero, ¿qué pedazo de tontos que son! ¿Hicieron un curso? ¿O ya nacieron así?
Los amigos se miraban con la boca abierta sin entender lo que sucedía.
—¡No se dan cuenta! ¡Están leyendo la sección “Esto no está chequeado”, donde se publican cuentos y bolazos!
Los amigos seguían sin comprender.
—¡Es ficción! ¡Ja, ja, ja! ¡Cayeron los dos! ¡ Marcos, el director del diario, los engrupió! ¡Pero, miren: le salió lindo el dibujito a Tomassini! A mí me gusta el chiste de contratapa —les decía Ana, despreocupada, al tiempo que leía la sección—. Y, además, les digo la verdad —insistía Ana—, me gusta más cuando escribe esa chica que se llama Corallo. El que escribió esto es un tonto como ustedes. ¡Chau, ingenuos! Ja, ja, ja —se despidió Ana y les devolvió el ejemplar del diario.
—¿Y ahora qué hacemos?
—¡Ma’ qué se yo! ¡Vamos a leer el chiste!
—¡Dale! A fin de cuentas es lo mejor. ¡Tendrían que dejarle la dirección del diario al que hace el chiste! ¡Sacar todas las noticias y sólo publicar chistes para levantarle el ánimo a la población en estos tiempos tan difíciles!
—¡Cómo nos engrupió este Marcos, che! ¡Yo me la creí!
—¡Yo, también! —conversaban los amigos mientras caminaban hacia la Municipalidad.
—Chau. Hasta el jueves que viene.
—Chau, chau. El jueves que viene compro el diario yo.
—Dale.
—¡Faaa! ¡Qué bárbaro! ¿Cómo no me enteré?
—¿Qué pasó?
—¡No lo puedo creer! ¡Es increíble!
—¡Bueno, dale! ¡Decime! ¿Qué pasó?
—¿No te enterarse?
—¿De qué? ¡Me estás desesperando! ¡Decime! ¡¿Qué pasóóó?!
—¡Pero qué tipo impaciente!
—¡Daleee!
—¡Cayó un meteorito en Ezeiza!
—¿Quééé? ¿En serio? ¡Dónde!
—En la Inmobiliaria Vidal. ¡Hizo pelota todo!
—¿La que está cerca de la barrera?
—Esa misma. Por suerte estaba cerrada, y no mató a nadie —dijo, asombrado, mientras seguía leyendo—. ¡De la que se salvaron! ¡Pero no se hicieron problema, eh! Medrano ya está pensando en vender la propiedad con el meteorito y todo.
—¡Epa! ¡Un genio Medrano!
—¡Pero acá dice que el meteorito se dividió en dos!
—¡Uh! ¿Y el otro pedazo?
—¡Cayó acá cerca!
—¿Dónde?
—¡En la imprenta Graffiti’s!
—¡Faaa! ¡Acá nomás, donde está Ponce de León! ¡El de las máquinas de coser!
—¡Acá dice que hizo bolsa los dos locales! ¡Pero estos no se salvaron! ¡No los vieron más! Se supone que están abajo del meteorito.
—¡Uh! ¿Qué más dice?
—Que cuando saquen el meteorito los van a tratar de despegar. ¡Te imaginás cómo deben estar!
—¡Uf! ¡Guácala!
—Dice que van a colocar un monolito recordando el suceso. Los vecinos ya pensaron en los epitafios. A Ponce de León le van a poner: “Se murió”.
—¿Y a los de la imprenta?
—“Ni lo vieron venir”
—No son muy poéticos los vecinos.
—¿Esa que va caminando ahí no es Ana?
—¡Tenés razón! ¡Es Ana! ¡La de la imprenta!
—¡Vamos!
Ambos salieron corriendo al encuentro de ella.
—¡¡Ana!! ¡¿Qué hacés acá?!
—¿Qué les pasa a ustedes dos?
—¡Creíamos que estabas abajo del meteorito!
—¿Abajo de qué? ¿Están locos ustedes? ¿Qué se tomaron?
—¡Acá dice! ¡Mirá! ¡En La Palabra! —insistía uno de ellos y extendía el diario.
—¿A ver? —dijo intrigada y se puso a leer.
Luego de unos segundos:
—Pero, ¿qué pedazo de tontos que son! ¿Hicieron un curso? ¿O ya nacieron así?
Los amigos se miraban con la boca abierta sin entender lo que sucedía.
—¡No se dan cuenta! ¡Están leyendo la sección “Esto no está chequeado”, donde se publican cuentos y bolazos!
Los amigos seguían sin comprender.
—¡Es ficción! ¡Ja, ja, ja! ¡Cayeron los dos! ¡ Marcos, el director del diario, los engrupió! ¡Pero, miren: le salió lindo el dibujito a Tomassini! A mí me gusta el chiste de contratapa —les decía Ana, despreocupada, al tiempo que leía la sección—. Y, además, les digo la verdad —insistía Ana—, me gusta más cuando escribe esa chica que se llama Corallo. El que escribió esto es un tonto como ustedes. ¡Chau, ingenuos! Ja, ja, ja —se despidió Ana y les devolvió el ejemplar del diario.
—¿Y ahora qué hacemos?
—¡Ma’ qué se yo! ¡Vamos a leer el chiste!
—¡Dale! A fin de cuentas es lo mejor. ¡Tendrían que dejarle la dirección del diario al que hace el chiste! ¡Sacar todas las noticias y sólo publicar chistes para levantarle el ánimo a la población en estos tiempos tan difíciles!
—¡Cómo nos engrupió este Marcos, che! ¡Yo me la creí!
—¡Yo, también! —conversaban los amigos mientras caminaban hacia la Municipalidad.
—Chau. Hasta el jueves que viene.
—Chau, chau. El jueves que viene compro el diario yo.
—Dale.
(*) Es autor del libro Cuentos (2009), integrado por las historias “La moneda mágica”, “Mariana” y “La verdadera historia de Gaspar”.
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