Por José María Franchino Arnaiz. Ayer se cumplieron 20 años de la desaparición física de uno de los grandes capocómicos nacionales: Alberto Olmedo falleció trágicamente el 5 de marzo de 1988 en Mar del Plata, donde realizaba una temporada con la obra "Éramos tan pobres".
Su arte, su comicidad y su simpatía lo convirtieron en un mito, y aún hoy sus programas y películas siguen vigentes con singular éxito. Como todo cómico de alma era un melancólico y su mayor felicidad era estar al frente de una cámara o en el escenario de un teatro. Según su mujer, era un gran compañero, siempre dispuesto a ayudar a un amigo. Los que lo conocimos estamos convencidos de que la caída del piso 11 fue otra de sus bromas.
El creador del recordado Piluso siempre estuvo ligado al peligro de las alturas. Una vez dijo: "Desde chico me gusta estar en el aire, así me acostumbro a estar lejos del suelo". Además tuvo varias premoniciones: en el filme "Departamento compartido", con Tato Bores y Graciela Alfano, pasa de balcón en balcón para escapar de un amante celoso. Otro equilibrio en las alturas fue en "Atracción peculiar", con Porcel y gran elenco, estrenada días antes de su muerte. Allí Olmedo hizo malabares en la cornisa del hotel Hermitage. Poco antes había dicho: "Yo nací equilibrista, y lo practico en los cordones de la vereda o en las alturas. Un día de estos me van a juntar con cucharita". ¡Cuánta razón tenía!
Evocar sus datos biográficos es innecesario. Sus personajes hicieron desaparecer al hombre. Para recordarlo es mejor reproducir poesías de sus entrañables amigos.
Jorge Porcel escribió: "Generoso Quijote de la noche / te llevaste los bolsillos de tristeza / y saliste a caminar por las estrellas / dejando un amigo en cada mesa. / Le pusiste vida / y en tu vuelo de gorrión sin esperanza, / me dejaste solo en tu partida".
Alberto Cortez: "La raíz del canto / sobre la absurda calle nebulosa / un destello de luz incandescente / estalló en el asfalto, / de repente, / borrando los fulgores de la raza. / Un aluvión de sangre enamorada / se derramó del suelo hasta mi asombro / y mi dolor, perito en alboradas, / regresó a su guarida entre mis hombros". Y en el final dijo: "Tendré que revisar los elementos / de que se nutre la raíz de mi canto".
Alberto Olmedo. Un hombre. Un mito. Un amigo.
NOTICIAS | AGENCIA DIB
La Palabra de Ezeiza | Octubre de 2024
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