Por Míster Afro | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
—¿Preparo unos mates? —pregunta Rosa, mientras enciende la hornalla y busca los demás elementos para comenzar el ritual.
—Hoy no tengo apuro, mamá —responde Esteban y se sienta junto a la mesa de la cocina comedor. Desde allí ve las vías del ferrocarril Roca.
—Te acordás, hijo, cuando nuestro perro... ¿cómo se llamaba...?
—Pirata.
—Claro, Pirata, ¡cómo ladraba! Era un buen perro.
—No tanto, mamá. Una vez me mordió el tobillo y me dieron la antitetánica.
—Lo habrás molestado, igual que la Legrand. Ella lo pateó, le gritó. El perro se defendió.
—Inolvidable ese sábado. Vino el Ruso, el casero de la Legrand, y dijo que la señora nos iba a demandar.
—No pasó nada al final, y después se fue. Nos quedamos sin una celebridad en el barrio.
—Me hablabas de Pirata, mamá.
—Ah, sí. ¿Tenés presente lo que hizo cuando vomitaba a cada rato y le descubrieron una enfermedad terminal?
—Uh, sí. Se tiró abajo del tren.
—La naturaleza es sabia. Todos deberíamos hacer lo mismo.
—No digas eso, mamá. Me das un mate.
—Probalo y decime cómo está.
—Sos la mejor cebadora, Rosa.
—Seguí llamándome “mamá”. Tu papá me decía “Rosa” o “Rosita”. Vos sos mi hijo.
—Pronto cumplo cincuenta. Y vos, cincuenta años de mamá. Sería lindo que vengas a casa desde comienzos de diciembre, para compartir tus historias con los chicos. Les encanta escucharte.
—Medio siglo es mucho.
—¿Vas a venir?
—Armo un bolso con lo necesario... Allá puedo prepararles arroz con leche y croquetas con puré.
—¡Genial, mamá! Si te parece, puedo pedirles a los chicos que te filmen. Es para que no se pierdan tus anécdotas. Eso te va a hacer bien, como dijo el médico.
—¿Cuándo fue lo de Pirata?
—No sé. Hacía calor. Me regalaste un perro de plástico, a pilas.
—Es lindo el verano.
—Yo te voy a ayudar con la mudanza, mamá. Vamos a festejar juntos mis cincuenta años, Navidad, Año Nuevo y hasta Reyes.
—Gracias, Esteban.
—Decime “hijo”, mamá.
—¿El mate, hijo?
—Exquisito.
—No te olvides de una cosa.
—¿Qué cosa?
—Quiero que me despidan con el último vestido que me regaló tu papá.
—El verde.
—Sí, el verde. Es el color que más me gusta. El color de la vida.
—¿Preparo unos mates? —pregunta Rosa, mientras enciende la hornalla y busca los demás elementos para comenzar el ritual.
—Hoy no tengo apuro, mamá —responde Esteban y se sienta junto a la mesa de la cocina comedor. Desde allí ve las vías del ferrocarril Roca.
—Te acordás, hijo, cuando nuestro perro... ¿cómo se llamaba...?
—Pirata.
—Claro, Pirata, ¡cómo ladraba! Era un buen perro.
—No tanto, mamá. Una vez me mordió el tobillo y me dieron la antitetánica.
—Lo habrás molestado, igual que la Legrand. Ella lo pateó, le gritó. El perro se defendió.
—Inolvidable ese sábado. Vino el Ruso, el casero de la Legrand, y dijo que la señora nos iba a demandar.
—No pasó nada al final, y después se fue. Nos quedamos sin una celebridad en el barrio.
—Me hablabas de Pirata, mamá.
—Ah, sí. ¿Tenés presente lo que hizo cuando vomitaba a cada rato y le descubrieron una enfermedad terminal?
—Uh, sí. Se tiró abajo del tren.
—La naturaleza es sabia. Todos deberíamos hacer lo mismo.
—No digas eso, mamá. Me das un mate.
—Probalo y decime cómo está.
—Sos la mejor cebadora, Rosa.
—Seguí llamándome “mamá”. Tu papá me decía “Rosa” o “Rosita”. Vos sos mi hijo.
—Pronto cumplo cincuenta. Y vos, cincuenta años de mamá. Sería lindo que vengas a casa desde comienzos de diciembre, para compartir tus historias con los chicos. Les encanta escucharte.
—Medio siglo es mucho.
—¿Vas a venir?
—Armo un bolso con lo necesario... Allá puedo prepararles arroz con leche y croquetas con puré.
—¡Genial, mamá! Si te parece, puedo pedirles a los chicos que te filmen. Es para que no se pierdan tus anécdotas. Eso te va a hacer bien, como dijo el médico.
—¿Cuándo fue lo de Pirata?
—No sé. Hacía calor. Me regalaste un perro de plástico, a pilas.
—Es lindo el verano.
—Yo te voy a ayudar con la mudanza, mamá. Vamos a festejar juntos mis cincuenta años, Navidad, Año Nuevo y hasta Reyes.
—Gracias, Esteban.
—Decime “hijo”, mamá.
—¿El mate, hijo?
—Exquisito.
—No te olvides de una cosa.
—¿Qué cosa?
—Quiero que me despidan con el último vestido que me regaló tu papá.
—El verde.
—Sí, el verde. Es el color que más me gusta. El color de la vida.
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