Por Fernando Garriga (*) | Esto No Está Chequeado | #FiccionesEzeicenses
Pocos ezeicenses saben que lo último que ve la moneda cuando vuela hacia la fuente es el pulgar hacia arriba de la mano que la impulsó, igualito al Me gusta del Facebook o al de Argentinos a Vencer que aparecía en la tele cuando la guerra de 1982. Pero no nos distraigamos con mis cosas de abuelo, lo importante, en este caso, es que la moneda al volar tal vez se sienta mariposa o gorrión. O pez cuando, por último, con un chapoteo plateado se sumerge en la fuente del shopping. Es el shopping que queda cerca de casa, en Ezeiza (Canning le dicen ahora) pero a mí me gusta más decir Ezeiza. Lo otro que ve la moneda al volar es el gesto de quien la arroja, un gesto devoto y contrito, porque pedir deseos echando monedas a la fuente es un acto religioso que implica fe. La moneda, en su humilde vuelo, algo torpe quizás, ve los ojos cerrados de quien la arrojó, la semisonrisa que anticipa el disfrute de aquello que se desea, echado con fuerza a volar. Después, claro, quien la arrojó la olvida porque es domingo y anda de paseo y ahora desea las cosas que se ven en las vidrieras que para eso están, al fin y al cabo, para ser deseadas, porque nadie escapa a la situación de formar, entre todos, una sociedad de consumo, ¿no? La moneda queda en el fondo, ahora olvidada y oscura, a la espera, junto a otras iguales a ella. Uno se pregunta cuál será el destino de esa moneda porque dicen que las que arrojan los turistas en la Fontana di Trevi suman tres mil euros diarios, u once mil dólares semanales las que caen a la fuente del Hotel Casino Bellagio, en Las Vegas. Que el destino que se les encuentra es el de la caridad, alguna ONG mediante. Me pregunto: ¿cuál será el destino de las monedas del shopping Plaza Canning de Ezeiza? No lo sé. De lo que sí estoy seguro es de que, cuando las recogen de la fuente, los deseos vuelan por aquí y por allá como alegres fantasmitas en busca de encontrar a alguien que los realice: lo que nunca pierde el deseo es la esperanza. Por eso, concluyo, cuando uno va de shopping y de repente siente ganas de tomar una chupaleta o comprarse una remera o una muñeca, se trata, a lo mejor, de cumplir el deseo que alguna otra persona pidió echando monedas a la fuente, que es como deben pedirse los deseos.
(*) Escritor y paisajista, Fernando Garriga (1964) tiene publicados cuatro libros: Escuela para ciegos (2013), Continuidad de la obra (2015), Cumpleaños en la isla (2016) y Las invasiones ranqueles
según mamá (2019).
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