Con la mirada puesta en el pasado pero sin caer en la nostalgia lacrimógena, conocemos anécdotas y personajes del barrio que Renoldi conoce al dedillo. Los amigos de la adolescencia, el verano entre piletas y partidos de fútbol, el rock, todos estos tópicos dibujan una imagen nítida de la ya no tan cercana infancia de los 90.
Luego, el relato deviene en la adolescencia y adultez de Renoldi. Nos enteramos del nacimiento de sus hijos, su viaje al mundial de Brasil, su incondicional participación en maratones, entre muchas otras vivencias. Entre anécdota y anécdota, el autor aprovecha para disparar reflexiones sobre la vida, y cómo los hechos relatados impactaron de lleno en la suya. El registro coloquial y directo transmite una sensación de oralidad que agradecerán los lectores que busquen una narración efectiva y simple. Renoldi sabe qué decir y cómo decirlo, y no usa demasiados artilugios.
Mención aparte merece la anécdota de la creación del evento solidario “Un juguete por una canción”, del cual Renoldi es cofundador, y que durante más de una década reunió música, danza, payasos, marionetas, animadores, globología y facepainting, en el Anfiteatro de las Américas. Hasta hace pocos años se realizó para el Día del Niño, con el objetivo de reunir juguetes para los chicos desamparados. Renoldi se encargó de las relaciones públicas, y emociona cuando rememora la participación de los mismísimos Vox Dei, próceres del rock argentino y creadores de clásicos como “Presente” y “Sin separarnos más”.
Vivencias asombrosas: la vida se abre camino siempre es un relato que se encuadra dentro de las narraciones de los antiguos conocedores de las sillas en las veredas, las reuniones con familia y amigos, el fútbol, el amor de los hijos, la música, los sueños cumplidos y, por supuesto, el barrio. Un barrio como los de antes, que resucitará ante los ojos del lector que le dé una chance a este anecdotario. Porque, como dice un personaje de aquella gran película titulada La Pandilla Salvaje, todos queremos volver a ser chicos.
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