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La Palabra de Ezeiza | Abril de 2024

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Marina Yuszczuk: "Ninguna vida es una novela: darle una forma es entrar en el territorio de la ficción"

La poeta y crítica de cine argentina es autora entre otros de "Madre soltera", libro por el que ganó en 2013 el Premio Indio Rico de Poesía.

(Fuente: Agencia Télam). En "La inocencia", la poeta y crítica de cine Marina Yuszczuk opta por el género novela para narrar el universo de creencias que van determinando el mundo de la infancia, y cómo estas van tomando distintas formas en los años de la adolescencia y la juventud, desde un registro minucioso e íntimo que da cuenta de los cambios y elecciones que atraviesan una vida.
Yuszczuk (Buenos Aires, 1978), autora de los libros de poemas "Lo que la gente hace", "Madre soltera" (por el que ganó en 2013 el Premio Indio Rico de Poesía) y "La ola de frío polar", asegura que la decisión de incursionar en la novela fue porque "hay algo del crecimiento y la sexualidad de una chica, que se desarrolla en el tiempo, mientras que los poemas siempre tienen que ver con un destello, un instante".
Editada por Iván Rosado, "La inocencia" se publica casi al mismo tiempo que "Los arreglos", un libro de cuentos que la autora, también doctora en Letras y periodista, publicó a través de una editorial nueva, que impulsó junto a Emilia Erbetta y Tamara Tenenbaum, llamada Rosa Iceberg.
Muchas de las creencias de la protagonista que construye Yuszczuk pertenecen al mundo de la religión y aunque no se plantea de manera explícita, hay huellas que permiten advertir que se trata de los testigos de Jehová, grupo del que la autora formó parte "entre los diez y los viente años aproximadamente".
"No conozco otra forma de crecer y esa fue la mía, solo que para hacerlo tuve que salir de la religión, rasgar la sexualidad y todo ese esquema de dos bandos que organizaba a mi familia", dice la narradora de la novela.
Si bien Yuszczuk indica que "hay muchísimo de autobiográfico" destaca que "ninguna vida es una novela" y asevera que "darle una forma, que también es darle un sentido, es entrar en el territorio de la ficción".
-Télam: Venías escribiendo poesía. ¿Cómo surgió esta historia en formato novela? 
-Marina Yuszczuk: Desde que me empecé a imaginar escribiendo esa historia, fue una novela. Creo que estaba clarísimo porque hay algo, del crecimiento y la sexualidad de una chica, que se desarrolla en el tiempo, mientras que los poemas siempre tienen que ver con un destello, un instante. Acá había una sucesión de eventos y además un mundo para desplegar, que para mí implicó aprender a escribir de nuevo. Ahora cuando me acuerdo de esos dos o tres meses de escritura, que fueron vertiginosos, me fascina esa experiencia que no sé si se va a repetir. Porque en un punto no sabía lo que estaba haciendo y escribí rápido, en un arrebato, con ese impulso casi salvaje que te dan las cosas cuando las hacés por primera vez.
-T: ¿Cuánto hay de autobiográfico? Hay un registro de diario y en un momento planteás un giro y decís que vas a "empezar a inventar todo". 
-M.Y.: Sí, pero esa declaración funciona dentro de la novela, digo, ya no se refiere a mí. Hay muchísimo de autobiográfico en el libro como un material con el que armé un relato, pero ninguna vida es una novela. Darle una forma, que también es darle un sentido, es entrar en el territorio de la ficción. Creo que por eso hay otras ficciones sobre las chicas y la sexualidad de las chicas que se agruparon muy naturalmente en torno a la historia que yo estaba contando.
T: La relación de la protagonista con la religión es muy potente a lo largo de la novela. Si bien no se nombra directamente, ¿hacés referencia a las prácticas religiosas de los testigos de Jehová?
-M.Y.: Sí, se trata de los testigos de Jehová, una religión de la que formé parte entre los diez y los veinte años. Pero me pareció que borronear ciertas cosas servía para lo que yo estaba haciendo, que era escribir sobre la creencia, sobre aceptar ciertas cosas porque uno está instalado dentro de una comunidad que acata y comparte ciertas creencias. En ese sentido particularizar era menos interesante, y sí quise que entrara en la novela algo de la felicidad de esa época junto con el horror que me produce todo ahora, mirado a la distancia.
-T: ¿Por qué "La inocencia"?
-M.Y.: Tiene que ver con crecer adentro de un sistema de creencias en el que tener relaciones sexuales, o incluso deseo sexual, fantasías, te vuelve culpable. No es muy distinto de lo que viven muchas personas, las chicas muy especialmente. ¿Se nos prohíbe o no se nos prohíbe coger? Nunca queda muy claro, son muchas las maneras en las que se nos dice que el sexo para nosotras es peligroso salvo que se dé dentro de la pareja estable, y por supuesto que cuando una cosa está prohibida, aunque sea de modo velado, da lugar a una transgresión. Siempre me dio mucha curiosidad esta predisposición de todos a aceptar determinados parámetros que nos hacen culpables, o nos hacen tener la sensación de que vivimos siempre en falta, desde el psicoanálisis, la religión, el cuidado del cuerpo, la familia monogámica, hasta el rincón más diminuto de nuestras vidas, todo atravesado por la culpa. Lo más punk que hace la protagonista de esta novela es declararse inocente; implica destruir un orden, romperlo a patadas.
-T: Casi al mismo tiempo que salió "La inocencia", se publicó "Los arreglos" y por una editorial de la que sos una de las impulsoras. ¿Cómo fue esa experiencia? 
-M.Y.: Muy distinta, porque cuando llegaron a mi casa las cajas de "Los arreglos" lo primero que hice fue abrirlos y ponerme a revisar como una loca a ver si habíamos hecho algo mal. Con respecto a ese libro ocupé y ocupo un lugar que no es el de autora, y que tiene que ver con todo el trabajo de edición de la literatura, de hacer el libro, corregirlo, ponerlo a circular. Por otra parte son dos libros que escribí durante el mismo año, primero "Los arreglos" y unos meses después "La inocencia", y que para mí están muy relacionados.
Porque con "Los arreglos" yo sentí que estaba aprendiendo a narrar, y por eso después me animé a encarar un relato más extenso como "La inocencia". La diferencia con la escritura de poesía es tan radical que fue casi como pasar de la pintura a la literatura o algo así.
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