Por Carlos Renoldi | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
El mes pasado hicimos una parada turística en Belén, un pueblito de Catamarca, sobre la ruta 40. Nos detuvimos en la plaza central, estacionamos y caminamos un poco buscando algún lugar donde comer algo.
Bajo la sombra de los árboles, detectamos una antigua motocicleta BMW con sidecar. En su tanque decía: “Policía”.
—Qué raro que tengan esta máquina tan vieja en uso como patrulla —le dije a la Corta, mi esposa, y me dispuse a sacar algunas fotografías para el recuerdo.
Mientras apreciaba tan bella máquina, muy bien cuidada y con algunos llamativos adornos tipo colectivero, una mujer policía me observaba seria desde la puerta de la comisaría, a unos cincuenta metros. Ni bien saqué el celular y tomé una foto, se me vino al humo gritando:
—¡¡Señor, señor, nooo, nooo, no se puede hacer eso!!
—¿Qué cosa? —dije, sorprendido.
—No se puede sacar fotos a la moto.
—¿Cómo que no se puede? —protesté—. Es una moto —agregué.
Con mirada autoritaria, agrandó sus ojos verdes y dijo:
—No estoy autorizada. Puede tener problemas.
Miré a mi esposa sonriendo y bajé el celular asintiendo para no comprometerla. Ambos sabíamos que ya tenía una imagen. Pensé en decirle “¿acaso es un arma secreta?”, pero nos retiramos amablemente.
Después de almorzar a pocos metros nos fuimos, no sin antes darle otra miradita a la hermosa moto y a la bella policía que seguía vigilante en su puesto.
Tomamos la ruta continuando nuestro viaje. A pocos kilómetros, a un costado del camino nos sorprendió la moto estacionada, con la mujer policía a su lado. Le toqué bocina y continuamos preguntándonos cómo había llegado hasta allí antes que nosotros.
Diez kilómetros más adelante allí estaba, nuevamente, en la misma postura. Nos dio cosita. Quince kilómetros más y la volvimos a ver, así hasta que pasamos la frontera de Catamarca.
Esta semana me pareció distinguirla en Spegazzini, al lado de la 205, en la zona de la estación. Yo iba con mi camioneta. Creo que me saludó.
Cuando llegué a casa busqué la foto en el celu y la eliminé. Agradecí no haber tenido tiempo de subirla al Facebook.
Bajo la sombra de los árboles, detectamos una antigua motocicleta BMW con sidecar. En su tanque decía: “Policía”.
—Qué raro que tengan esta máquina tan vieja en uso como patrulla —le dije a la Corta, mi esposa, y me dispuse a sacar algunas fotografías para el recuerdo.
Mientras apreciaba tan bella máquina, muy bien cuidada y con algunos llamativos adornos tipo colectivero, una mujer policía me observaba seria desde la puerta de la comisaría, a unos cincuenta metros. Ni bien saqué el celular y tomé una foto, se me vino al humo gritando:
—¡¡Señor, señor, nooo, nooo, no se puede hacer eso!!
—¿Qué cosa? —dije, sorprendido.
—No se puede sacar fotos a la moto.
—¿Cómo que no se puede? —protesté—. Es una moto —agregué.
Con mirada autoritaria, agrandó sus ojos verdes y dijo:
—No estoy autorizada. Puede tener problemas.
Miré a mi esposa sonriendo y bajé el celular asintiendo para no comprometerla. Ambos sabíamos que ya tenía una imagen. Pensé en decirle “¿acaso es un arma secreta?”, pero nos retiramos amablemente.
Después de almorzar a pocos metros nos fuimos, no sin antes darle otra miradita a la hermosa moto y a la bella policía que seguía vigilante en su puesto.
Tomamos la ruta continuando nuestro viaje. A pocos kilómetros, a un costado del camino nos sorprendió la moto estacionada, con la mujer policía a su lado. Le toqué bocina y continuamos preguntándonos cómo había llegado hasta allí antes que nosotros.
Diez kilómetros más adelante allí estaba, nuevamente, en la misma postura. Nos dio cosita. Quince kilómetros más y la volvimos a ver, así hasta que pasamos la frontera de Catamarca.
Esta semana me pareció distinguirla en Spegazzini, al lado de la 205, en la zona de la estación. Yo iba con mi camioneta. Creo que me saludó.
Cuando llegué a casa busqué la foto en el celu y la eliminé. Agradecí no haber tenido tiempo de subirla al Facebook.
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