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La Palabra de Ezeiza | Septiembre de 2024

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MARTA ALONSO | El diario no hablaba de ti

Escribe: Juan Carlos Ramirez Leiva | Especial para La Palabra


La mañana de aquel 20 de agosto de 1976 había amanecido fresca y linda pese a que habíamos tenido cero grado en Ezeiza. Caminé por Mitre (hoy Ituzaingo) para buscar a mi novia y luego llegamos a nuestro negocio en la calle Chacabuco y Deán Funes. No habíamos levantado aún la persiana a la calle cuando un soldado nos ordenó que nos quedáramos dentro del negocio, sin darnos ningún tipo de explicación.
Al correr de la mañana, nos enteramos por medio de vecinos tan curiosos como nosotros (que nos atrevimos a salir a ver qué estaba sucediendo), que el ejército había ingresado violentamente por la madrugada a la casa de los Alonso y se habían llevado a Martita.
Todos sabíamos qué significaba eso. En el mejor de los casos, Marta Cecilia Alonso pasaría a estar detenida a disposición del PEN (Poder Ejecutivo Nacional), hasta que se aclarara que ella, tan querida por la vecindad, no tenía nada que ver con los que ponían bombas. Nos resistíamos a creer que tuviera un destino cruel: el de ser una detenida desaparecida, como sabíamos que estaba ocurriendo, como había sucedido con Eduardo Alberto Delfino.
Decidimos terminar la jornada laboral y marcharnos a nuestras casas, pasando por la subcomisaría de Ezeiza, ubicada por ese entonces en French y Tucumán a escasos cien metros de donde habían violentado a la familia de Alonso, un tipo tan solidario y respetado por los vecinos. Todo parecía normal. En Ezeiza no había pasado nada.
Mis padres se alegraron de verme. Ya sabían de lo ocurrido y contaron que el ejército estaba revisando las casas, hecho que no había ocurrido. Sólo habían ido a lo de Alonso, el repartidor de vino, el que mientras estuvo en la comisión directiva del Club Social y Deportivo Ezeiza no permitía que la policía de la Revolución Argentina (dictadura cívico militar entre 1966-1973) ingresara al club cuando salían de razzia (un decreto permitía que la Policía detuviera en la vía pública indiscriminadamente).
Con dolor y entre tontas quejas a mis padres, me explicaron que se habían deshecho de todos los libros y colecciones de documentos que tenía. Los habían tirado al pozo negro (sumidero de aguas servidas de la casa). Allí habían ido a parar los diarios de guerra del ERP (en uno de ellos informaban que Eduardito Delfino no se había reportado y que estaba desaparecido después de las acciones militares que habían llevado a cabo); y los panfletos y periódicos, que uno podía encontrar en los pasillos de la facultad, y que había recogido pacientemente consciente del valor testimonial que tendrían a la hora de contar la historia de ese período. Sólo pocos libros quedaron en mi habitación: uno de ellos era El Capital, de Karl Marx, dado que entendían que era de contabilidad (yo era perito mercantil). Todos teníamos los ojos enrojecidos, sabíamos por lo que pasaría Martita si no la encontraban enseguida.
Al día siguiente, el diario Clarín no traía en tapa la noticia de la Masacre de Fátima detallando que a la vera de un camino rural, en un radio de unos cien metros se encontraron esparcidos restos humanos dinamitados de veinte hombres y diez mujeres. No contaba que en su mayoría fueron referentes sindicales de la zona norte de Buenos Aires y que estaban detenidos ilegalmente en la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal, conocida como Coordinación Federal. La tapa destacaba que hubo “Sangrientos choques raciales en Sudáfrica” y “el repudio del gobierno” ante la noticia de que “fueron hallados treinta cadáveres en Pilar”. Pero el diario de la corneta, no hablaba de ti ni de tu compañero de lucha Bonifacio Díaz, también desaparecido esa misma fecha probablemente por los mismos genocidas.
El diario no hablaba de ti en ese otoño tan frío. No contaba ni contaría que habías nacido un 6 de abril de 1952 ni que trabajabas en la Fábrica Argentina de Porcelanas Armanino (FAPA) de Monte Grande, ni que eras sindicalista. Hasta el momento, no hay registro alguno de su paso por algún Centro Clandestino de Detención (CCD), aunque se presume que por estar dentro del Circuito Camps pasó por El Infierno (Avellaneda), por donde pasaron entre 1976 y 1978 más de 300 detenidos desaparecidos. Quizás fueron los de la Brigada de Puente 12. Marta, peronista, fue señalada como “problemática” a los represores por sus empleadores.
El diario no hablaba de ti, pero hoy sí.
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