Por Nicolás Cardozo(*) | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
Juan y María cumplieron cincuenta años de casados, pero ninguno de los dos lo recordó. María estaba en cama, la gripe la tenía muy mal. Juan en su cansancio trataba de cuidarla, él tampoco estaba bien y el hambre que a ambos acudía dificultaba la situación.
El matrimonio tuvo problemas en sus primeras décadas. Juan creía que el engaño era una manera de protegerla y evitarle un malestar. Pero ahora quedaron atrás las escenas de ella llorando, tanto como las mentiras que él nunca confesó.
No tuvieron hijos y hacía meses que el sobrino de María no les pasaba plata. El único ingreso era la jubilación de Juan, que cada vez valía menos.
Juan cocinaba arroz para su mujer cuando llegó la notificación de que Edesur cortaría el servicio. Él había dicho que no había deudas. Hacía mucho no tenía que ocultar nada, quizás desde que fue a la casa de esa mujer que conoció en Canning.
Pero todo seguía igual, con la diferencia de que la tos de María impedía escuchar bien la tele. No mejoraba y Juan estaba muy angustiado, la deuda era impagable.
Él no sabía cuándo cortarían la luz y dedicó varias horas de insomnio a pensarse sin electricidad y con la culpa de que María se enteraría de que hizo algo malo otra vez. ¿Cómo se sentiría María si lo descubriera?
María no se enteró de que cortaron el servicio, esa mañana no se pudo despertar. Juan, sí.
El hombre no supo qué hacer, no almorzó y llegada la noche quiso salir de casa y no volver. No encontró las llaves, en la oscuridad no las podía buscar. Durante días tampoco las encontró. Olvidó dónde las dejó. No podía salir.
El olor invadía la casa, ni siquiera en el baño podía escapar al hedor que su mujer desprendía en el cuarto. Juan tenía hambre. No sabía qué hacer. Hasta que quizás supo acostumbrarse al olor, u olvidó las cosas por un rato, pero pudo llenar su estómago. Comió en la cama, igual que María. Comió recordando la última vez que hicieron asado.
Al otro día, cuando se despertó solo, pensó cómo se sentiría María si lo descubriera.
El matrimonio tuvo problemas en sus primeras décadas. Juan creía que el engaño era una manera de protegerla y evitarle un malestar. Pero ahora quedaron atrás las escenas de ella llorando, tanto como las mentiras que él nunca confesó.
No tuvieron hijos y hacía meses que el sobrino de María no les pasaba plata. El único ingreso era la jubilación de Juan, que cada vez valía menos.
Juan cocinaba arroz para su mujer cuando llegó la notificación de que Edesur cortaría el servicio. Él había dicho que no había deudas. Hacía mucho no tenía que ocultar nada, quizás desde que fue a la casa de esa mujer que conoció en Canning.
Pero todo seguía igual, con la diferencia de que la tos de María impedía escuchar bien la tele. No mejoraba y Juan estaba muy angustiado, la deuda era impagable.
Él no sabía cuándo cortarían la luz y dedicó varias horas de insomnio a pensarse sin electricidad y con la culpa de que María se enteraría de que hizo algo malo otra vez. ¿Cómo se sentiría María si lo descubriera?
María no se enteró de que cortaron el servicio, esa mañana no se pudo despertar. Juan, sí.
El hombre no supo qué hacer, no almorzó y llegada la noche quiso salir de casa y no volver. No encontró las llaves, en la oscuridad no las podía buscar. Durante días tampoco las encontró. Olvidó dónde las dejó. No podía salir.
El olor invadía la casa, ni siquiera en el baño podía escapar al hedor que su mujer desprendía en el cuarto. Juan tenía hambre. No sabía qué hacer. Hasta que quizás supo acostumbrarse al olor, u olvidó las cosas por un rato, pero pudo llenar su estómago. Comió en la cama, igual que María. Comió recordando la última vez que hicieron asado.
Al otro día, cuando se despertó solo, pensó cómo se sentiría María si lo descubriera.
(*)Forma parte del programa radial La Última Sopa, junto a Marjorie Mailén Dambra, Dezz y Facundo Torres. Se emite los viernes de 18 a 20 por Radio Cultura Ezeiza.
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