Por Torosaurio | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
Regina López de Birciano, vecina de Vista Linda, quedó viuda el 1° de mayo de 2019. Su marido Ambrosio sufrió un infarto el Día del Trabajador mientras jugaba a las cartas y tomaba birra con los amigos.
—Mirá que este iba a espichar con una pala en las manos —comentó Regina—. Alguno le habrá mencionado el laburo y le dio el bobazo.
La mujer mandó a cremar a Ambrosio y tiró las cenizas por el inodoro.
Una noche, el sonido de un chapoteo le cortó el sueño. Regina se levantó y fue a chequear. Desde el inodoro salía un camino acuoso que iba hacia la cocina. Lo siguió. Encontró abierta la puerta de la heladera Siam. Sentado a la mesa, un espectro de agua turbia tomaba cerveza y jugaba al solitario.
El ente le hizo hola con la mano. Regina perdió el conocimiento.
Despertó al amanecer. Tras verificar que el ente se había retirado, ató cabos: su marido había vuelto de entre los muertos para usarle las cartas y robarle la birra.
Fue a pedirle ayuda a Zulema Gianegra, maestra de plástica amateur y tarotista diplomada. Tras escuchar los detalles del caso y arreglar números, Zulema sentenció:
—Esta noche te lo echo.
Mientras Regina salía para un hotel, la espiritista se trasladó hasta la casa de la víctima con una bolsa de consorcio y preparó la escena para enfrentar al fantasma. Por la madrugada, Ambrosio volvió a salir del inodoro. Reptó hasta la heladera, donde esperaba encontrar su birra. Abrió la puerta y largó un grito de terror.
Huyó al baño. Hizo un clavado en el inodoro, sacó una mano y tiró de la cadena.
La espiritista, que había presenciado todo desde un ropero, salió y esperó a Regina. La viuda cayó al amanecer. Zulema le explicó que el problema estaba solucionado. Regina preguntó si era seguro que Ambrosio no volvería.
Zulema llevó a Regina hasta la cocina, siguiendo el rastro que el espíritu había dejado. Abrió la heladera.
—¿Cómo no se me ocurrió a mí? —dijo la dueña de casa y suspiró.
Desde un interior libre de estantes y birra, asomaba una pala.
—Mirá que este iba a espichar con una pala en las manos —comentó Regina—. Alguno le habrá mencionado el laburo y le dio el bobazo.
La mujer mandó a cremar a Ambrosio y tiró las cenizas por el inodoro.
Una noche, el sonido de un chapoteo le cortó el sueño. Regina se levantó y fue a chequear. Desde el inodoro salía un camino acuoso que iba hacia la cocina. Lo siguió. Encontró abierta la puerta de la heladera Siam. Sentado a la mesa, un espectro de agua turbia tomaba cerveza y jugaba al solitario.
El ente le hizo hola con la mano. Regina perdió el conocimiento.
Despertó al amanecer. Tras verificar que el ente se había retirado, ató cabos: su marido había vuelto de entre los muertos para usarle las cartas y robarle la birra.
Fue a pedirle ayuda a Zulema Gianegra, maestra de plástica amateur y tarotista diplomada. Tras escuchar los detalles del caso y arreglar números, Zulema sentenció:
—Esta noche te lo echo.
Mientras Regina salía para un hotel, la espiritista se trasladó hasta la casa de la víctima con una bolsa de consorcio y preparó la escena para enfrentar al fantasma. Por la madrugada, Ambrosio volvió a salir del inodoro. Reptó hasta la heladera, donde esperaba encontrar su birra. Abrió la puerta y largó un grito de terror.
Huyó al baño. Hizo un clavado en el inodoro, sacó una mano y tiró de la cadena.
La espiritista, que había presenciado todo desde un ropero, salió y esperó a Regina. La viuda cayó al amanecer. Zulema le explicó que el problema estaba solucionado. Regina preguntó si era seguro que Ambrosio no volvería.
Zulema llevó a Regina hasta la cocina, siguiendo el rastro que el espíritu había dejado. Abrió la heladera.
—¿Cómo no se me ocurrió a mí? —dijo la dueña de casa y suspiró.
Desde un interior libre de estantes y birra, asomaba una pala.
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