Por Carlos Renoldi | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
Rondando las diez de la noche, estacioné mi moto en la vereda del Club Atlético Ezeiza. Cuando detuve el motor, escuché una fuerte descarga de un equipo de guitarra. Conocedor del asunto, entendí que se trataba de un cortocircuito.
Entré al salón y vi a René, transpirando, ocupado de solucionar el inconveniente. No quise molestarlo y me senté en una mesa del fondo.
René es uno de los pocos músicos de la vieja escuela de nuestro pago. Tenía un bar. Con él debuté con mi banda Obreros del Sur, a mediados de los 90, acompañando a su grupo Rantés. Pasaron más de 25 años: desaparecieron el bar, Rantés y Obreros del Sur. Quedó una amistad entre ambos.
Durante estos años hemos disfrutado de asados, vino y rock and roll. René es un hombre de bajo perfil y de gran sentido del humor. Cuando nos juntamos, nos reímos mucho; también lo hicimos esta noche, en la previa de su show, después de que él se libró del problema.
Se sentó a mi lado y charlamos un poco. Mirando a su entorno, me dijo:
—En este lugar no puedo dejar de recordar cuando venía a bailar...
—Sííí. De 21 a 23 las chicas no pagaban entrada y se hacia una cuadra de cola en la vereda —le respondí.
—Yo soy del 58 y esto está todo igual. Parece que el tiempo no paso acá adentro —expresó mientras recorría esas paredes con mirada nostálgica.
—Ah, vos sos más chico. Yo soy del 57 —contesté y soltamos una carcajada.
—Esos cuadros, la pintura, los trofeos, las luces... —señalaba, al tiempo que las mesas se iban ocupando con la concurrencia, que venía a verlo, y a mí me servían tres empanadas de jamón y queso, con una negra tirada—. A ver tu mano —propuso y colocó la suya sobre la mesa—. Manos duras, de años de trabajo rústico —indicó.
Cómplices, miramos nuestras arrugas y las canas.
—Somos grandes, pero mantenemos nuestro espíritu joven —destacó alguno de los dos.
Antes de subir al escenario y comenzar con el tema “Post-crucifixión”, me dijo, riéndose:
—Che, ¡qué viejo está el club!
Entré al salón y vi a René, transpirando, ocupado de solucionar el inconveniente. No quise molestarlo y me senté en una mesa del fondo.
René es uno de los pocos músicos de la vieja escuela de nuestro pago. Tenía un bar. Con él debuté con mi banda Obreros del Sur, a mediados de los 90, acompañando a su grupo Rantés. Pasaron más de 25 años: desaparecieron el bar, Rantés y Obreros del Sur. Quedó una amistad entre ambos.
Durante estos años hemos disfrutado de asados, vino y rock and roll. René es un hombre de bajo perfil y de gran sentido del humor. Cuando nos juntamos, nos reímos mucho; también lo hicimos esta noche, en la previa de su show, después de que él se libró del problema.
Se sentó a mi lado y charlamos un poco. Mirando a su entorno, me dijo:
—En este lugar no puedo dejar de recordar cuando venía a bailar...
—Sííí. De 21 a 23 las chicas no pagaban entrada y se hacia una cuadra de cola en la vereda —le respondí.
—Yo soy del 58 y esto está todo igual. Parece que el tiempo no paso acá adentro —expresó mientras recorría esas paredes con mirada nostálgica.
—Ah, vos sos más chico. Yo soy del 57 —contesté y soltamos una carcajada.
—Esos cuadros, la pintura, los trofeos, las luces... —señalaba, al tiempo que las mesas se iban ocupando con la concurrencia, que venía a verlo, y a mí me servían tres empanadas de jamón y queso, con una negra tirada—. A ver tu mano —propuso y colocó la suya sobre la mesa—. Manos duras, de años de trabajo rústico —indicó.
Cómplices, miramos nuestras arrugas y las canas.
—Somos grandes, pero mantenemos nuestro espíritu joven —destacó alguno de los dos.
Antes de subir al escenario y comenzar con el tema “Post-crucifixión”, me dijo, riéndose:
—Che, ¡qué viejo está el club!
Esto No Está Chequeado | Sección no basada en hechos reales | Cualquier semejanza con la realidad es mala puntería | Contacto: ezeizaediciones@yahoo.com.ar
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