Por Lucas Barreña(*) | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
Es oficial: necesitamos de manera urgente una nueva palabra.
Hace unas semanas, con Santi jugamos una serie de carreras en su casa en construcción, en El Trébol. Íbamos de una pared a la otra, terminando donde promete que estará su futura cama. Ganaba quien primero tocaba la segunda pared. Santi ganó todas las carreras por afano. En realidad, lo dejé ganar. Lo hice por tres motivos: tiene 4 años, es el hermanito de mi novia y cerca de la meta había unos cables pelados colgando.
Cada vez que llegábamos a esa pared pasaban dos cosas: lo dejaba llegar primero a la meta poniéndome adelante del cable o le impedía terminar la carrera agarrándolo por los aires si es que decidió correr por el carril que iba directo a la electricidad.
Santi festeja o se ríe, pero no me agradece. Tampoco se enoja: es demasiado chico para fastidiarse con mis trampas. Esa capacidad infantil de no enojarse es la misma que no le permite entender por qué me podría agradecer.
No importaba si mi cuñado de 4 años me reprochaba que le corté la carrera que estaba a punto de terminar o si se ofendía porque lo dejé ganar de manera obvia, solo importaba que no toque aquellos cables.
Con mi novia nos mirábamos tras la serie de acontecimientos y no dijimos nada. No teníamos las palabras exactas para hablar sobre la acción de hacer el bien sin que la otra persona lo note. El verbo inexistente tiene incorporado los conceptos de empatía, altruismo y solidaridad, si se quiere, pero no hay un verbo en infinitivo que indique que uno acaba de soliempaltruir o un gerundio que explique que alguien está soliempaltruyendo.
Que algo tan simple, un comportamiento tan cotidiano e incluso biológico, no esté en el diccionario es una injusticia léxica. La RAE o los organismos competentes deben tomar cartas en el asunto. La acción de hacer el bien sin que la otra persona lo note tiene que estar plasmado en letras de manera casi obligatoria. El pedido a las autoridades es una voluntad colectiva para revisar nuestro pasado, pensar nuestro presente y planificar el futuro. Es un grito deliberado a quien corresponda antes de que perdamos la costumbre de ser humanos.
Hace unas semanas, con Santi jugamos una serie de carreras en su casa en construcción, en El Trébol. Íbamos de una pared a la otra, terminando donde promete que estará su futura cama. Ganaba quien primero tocaba la segunda pared. Santi ganó todas las carreras por afano. En realidad, lo dejé ganar. Lo hice por tres motivos: tiene 4 años, es el hermanito de mi novia y cerca de la meta había unos cables pelados colgando.
Cada vez que llegábamos a esa pared pasaban dos cosas: lo dejaba llegar primero a la meta poniéndome adelante del cable o le impedía terminar la carrera agarrándolo por los aires si es que decidió correr por el carril que iba directo a la electricidad.
Santi festeja o se ríe, pero no me agradece. Tampoco se enoja: es demasiado chico para fastidiarse con mis trampas. Esa capacidad infantil de no enojarse es la misma que no le permite entender por qué me podría agradecer.
No importaba si mi cuñado de 4 años me reprochaba que le corté la carrera que estaba a punto de terminar o si se ofendía porque lo dejé ganar de manera obvia, solo importaba que no toque aquellos cables.
Con mi novia nos mirábamos tras la serie de acontecimientos y no dijimos nada. No teníamos las palabras exactas para hablar sobre la acción de hacer el bien sin que la otra persona lo note. El verbo inexistente tiene incorporado los conceptos de empatía, altruismo y solidaridad, si se quiere, pero no hay un verbo en infinitivo que indique que uno acaba de soliempaltruir o un gerundio que explique que alguien está soliempaltruyendo.
Que algo tan simple, un comportamiento tan cotidiano e incluso biológico, no esté en el diccionario es una injusticia léxica. La RAE o los organismos competentes deben tomar cartas en el asunto. La acción de hacer el bien sin que la otra persona lo note tiene que estar plasmado en letras de manera casi obligatoria. El pedido a las autoridades es una voluntad colectiva para revisar nuestro pasado, pensar nuestro presente y planificar el futuro. Es un grito deliberado a quien corresponda antes de que perdamos la costumbre de ser humanos.
Esto No Está Chequeado | Sección no basada en hechos reales | Cualquier semejanza con la realidad es mala puntería | Contacto: ezeizaediciones@yahoo.com.ar
(*)Lucas Barreña tiene 28 años. Nació y vive en El Jagüel. El año pasado publicó su primer libro, titulado El pis necesita marketing y otros relatos. Actualmente se encuentra trabajando una segunda recopilación de textos y una novela de ficción política. Desde el 2021 organiza el Ciclo Siempre Seré Poesía. En 2023 obtuvo el cuarto lugar en el Concurso Literario Blanca López de Viglione, organizado por el municipio de Esteban Echeverría. La gran mayoría de sus escritos pueden encontrarse en la cuenta de Instagram personal: @lucasbarre.
Blogger Comment