Por Míster Afro | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
A raíz de la invasión de mosquitos, gran cantidad de vecinos llamaron para dar testimonio de lo que sucede en los barrios.
Oscar Peralta, analista de sistemas que vive en Monte Rosa, nos contó que una nube de bichos anda dando vueltas por su jardín y se la pasa encerrado. Sólo va al súper, bañado en vinagre. Soltero, empleado home office, reconoció que en el último mes se atrasó con el corte de pasto y vive en medio de una selva. Un par de veces, los picudos trataron de meterse en la vivienda, agitando puertas y ventanas. Algunos ingresaron por hendijas y tuvo que hacerlos retroceder a puro chancletazo.
—Lo más grave sucedió el martes —nos relató, a través de un mensaje de whatsapp—. A eso de las seis de la tarde los mosquitos formaron una ola y se llevaron a Coquito, mi caniche, que se había quedado afuera. Es chiquito, blanco, juguetón. Si alguien lo ve, por favor que avise al diario.
En La Porteña, en las inmediaciones del arroyo Aguirre, una jubilada jura haberse enfrentado con ejemplares del tamaño de un ratón.
—Uno me dio un tarascón en el hombro y otro me mordió la pantorrilla. Logré hacerlos retroceder a bastonazos —comentó Mercedes Trieste.
Una docente (que prefirió mantenerse en el anonimato) informó que en Sol de Oro, sobre la calle Hugo Guilarte, un exalumno suyo, estudiante de la carrera de Seguridad Ciudadana, está realizando pruebas peligrosas. Aprovechando la contingencia, amaestró insectos para disuadir a posibles rateros. La iniciativa tiene una grave falla: los soldaditos se vuelven locos de hambre y han atacado al joven, a familiares, a hogares aledaños. Hasta ahora, el muchacho pudo mantenerlos a raya, pero no sabemos cómo terminará la investigación. Estaremos atentos.
—Existe una psicosis en torno a esta plaga —opinó la Pirata Domínguez, estudiante de Astrología, quien visitó nuestra redacción vestida de astronauta.
—¿Caluroso el traje? —le pregunté al reconocerla detrás de la escafandra.
—Efectivo y económico en esta época de no-hay-plata. Algunos repelentes ya no funcionan. Los sabandijas se hicieron adictos a los productos químicos.
Le conté de los casos reseñados. Ella me compartió otros episodios.
—La gente debe conocer algo importante y ustedes tienen que ayudarme con la difusión —remarcó la Pirata—. El calor, la humedad y los cambios climáticos están provocando que Piscis entre en colisión con Géminis y Acuario.
Ignorante de saberes astrales, me quedé callado. Hábil de reflejos, la Pirata aplastó el incómodo silencio matando con su guante de la NASA un mosquito que engordaba posado en mi frente. Antes de irse, señaló:
—A los pobladores hay que pedirles que sean prudentes, cuidadosos, solidarios. En tiempos difíciles, los chupasangre suelen propagarse demasiado rápido.
—Lo más grave sucedió el martes —nos relató, a través de un mensaje de whatsapp—. A eso de las seis de la tarde los mosquitos formaron una ola y se llevaron a Coquito, mi caniche, que se había quedado afuera. Es chiquito, blanco, juguetón. Si alguien lo ve, por favor que avise al diario.
En La Porteña, en las inmediaciones del arroyo Aguirre, una jubilada jura haberse enfrentado con ejemplares del tamaño de un ratón.
—Uno me dio un tarascón en el hombro y otro me mordió la pantorrilla. Logré hacerlos retroceder a bastonazos —comentó Mercedes Trieste.
Una docente (que prefirió mantenerse en el anonimato) informó que en Sol de Oro, sobre la calle Hugo Guilarte, un exalumno suyo, estudiante de la carrera de Seguridad Ciudadana, está realizando pruebas peligrosas. Aprovechando la contingencia, amaestró insectos para disuadir a posibles rateros. La iniciativa tiene una grave falla: los soldaditos se vuelven locos de hambre y han atacado al joven, a familiares, a hogares aledaños. Hasta ahora, el muchacho pudo mantenerlos a raya, pero no sabemos cómo terminará la investigación. Estaremos atentos.
—Existe una psicosis en torno a esta plaga —opinó la Pirata Domínguez, estudiante de Astrología, quien visitó nuestra redacción vestida de astronauta.
—¿Caluroso el traje? —le pregunté al reconocerla detrás de la escafandra.
—Efectivo y económico en esta época de no-hay-plata. Algunos repelentes ya no funcionan. Los sabandijas se hicieron adictos a los productos químicos.
Le conté de los casos reseñados. Ella me compartió otros episodios.
—La gente debe conocer algo importante y ustedes tienen que ayudarme con la difusión —remarcó la Pirata—. El calor, la humedad y los cambios climáticos están provocando que Piscis entre en colisión con Géminis y Acuario.
Ignorante de saberes astrales, me quedé callado. Hábil de reflejos, la Pirata aplastó el incómodo silencio matando con su guante de la NASA un mosquito que engordaba posado en mi frente. Antes de irse, señaló:
—A los pobladores hay que pedirles que sean prudentes, cuidadosos, solidarios. En tiempos difíciles, los chupasangre suelen propagarse demasiado rápido.
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