Por Gladys Noemí Páez | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
Yo sé que ahora vendrán caras extrañas, con su limosna de alivio a mi tormento.
Todo es mentira, mentira es el lamento.
Hoy está solo mi corazón.
Una y otra vez, los versos van y vienen en mi cabeza.
La quinta es cálida, silenciosa. Luces no hay, pero puedo ver a la perfección con el resplandor de la luna.
Yo sé que ahora vendrán caras extrañas.
Hay personas a mi alrededor, no tienen cara, solo un gesto amable pero neutro, de esos que mirás y amagás a saludar, pero no lo hacés y todo queda en la intención.
Caras extrañas con su limosna de alivio a mi tormento.
Por la ventana veo la ruta 205. El semáforo cambia y el motor de un auto acelera.
Todo es mentira, mentira es el lamento.
Intento pensar en otra cosa, pero las palabras siguen flotando junto a la melodía.
Salgo de la casa y voy hacia el portón de la calle. Las rejas tienen como cien años (pienso). Están sostenidas por columnas imponentes, con maceteros en forma de copa.
Sospecho que alguien de otro tiempo observa a través de mis ojos, curioso, inquieto. Nostálgico, recuerda un Ezeiza lejano, color sepia.
Comienzo a caminar. Me interno en un parque enorme. Doy vueltas y vueltas. Estoy perdida hasta que reaparece la reja. Apenas apoyo mis manos en la columna, vuelve:
Hoy está solo mi corazón.
Enfrente veo al cartel de Baterías Ezeiza, el lavadero de autos, un de par baldíos, otros edificios...
Hoy está solo mi corazón.
Una y otra vez, los versos van y vienen en mi cabeza.
La quinta es cálida, silenciosa. Luces no hay, pero puedo ver a la perfección con el resplandor de la luna.
Yo sé que ahora vendrán caras extrañas.
Hay personas a mi alrededor, no tienen cara, solo un gesto amable pero neutro, de esos que mirás y amagás a saludar, pero no lo hacés y todo queda en la intención.
Caras extrañas con su limosna de alivio a mi tormento.
Por la ventana veo la ruta 205. El semáforo cambia y el motor de un auto acelera.
Todo es mentira, mentira es el lamento.
Intento pensar en otra cosa, pero las palabras siguen flotando junto a la melodía.
Salgo de la casa y voy hacia el portón de la calle. Las rejas tienen como cien años (pienso). Están sostenidas por columnas imponentes, con maceteros en forma de copa.
Sospecho que alguien de otro tiempo observa a través de mis ojos, curioso, inquieto. Nostálgico, recuerda un Ezeiza lejano, color sepia.
Comienzo a caminar. Me interno en un parque enorme. Doy vueltas y vueltas. Estoy perdida hasta que reaparece la reja. Apenas apoyo mis manos en la columna, vuelve:
Hoy está solo mi corazón.
Enfrente veo al cartel de Baterías Ezeiza, el lavadero de autos, un de par baldíos, otros edificios...
Y nada, nada queda en mi casa natal, solo telarañas que teje el yuyal.
Me marcho y cruzo la 205. Tengo la sensación de haber cumplido a la perfección mi papel dentro del sueño.
Me marcho y cruzo la 205. Tengo la sensación de haber cumplido a la perfección mi papel dentro del sueño.
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