Por Pablo Tolosa | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
El mozo me llama para que la elija.
En la tele dicen que la entrevista al rey fue grabada: primero grabaron respuestas del rey y luego el periodista grabó las preguntas. La edición es notable, fluye de uno a otro y de vez en cuando intercalan una toma de los dos juntos magistralmente trucada. Se sabe que nadie tiene acceso al rey. El público sabe que el periodista no puede estar cara a cara con su majestad. Sin embargo a nadie le preocupa el hecho de ver algo que no existe.
Ocho langostas andan en la pecera enorme del fondo del restaurante. Mueven las patas coordinadamente y abren y cierran las pinzas en cámara lenta. Señalo la que me parece más grande, ningún otro criterio. El mozo la atrapa mediante una herramienta especialmente diseñada para esa tarea. Me la muestra para que certifique que es la que elegí. Busco el celular en el bolsillo y activo la cámara; me acerco al animal que mueve las patas como si estuviera nadando. Necesito el flash, pienso y busco el ícono para activarlo entre los diez o doce que me muestra el display. La langosta estira la pata y agarra el teléfono con la pinza; el rayón en el vidrio es inmediato. Pulso el botón de disparo y la luz encandila al crustáceo. Suelta el móvil y el mozo encara hacia la cocina. Mientras se aleja hacia la olla hirviendo, el mozo sonríe indolente. El chef tiene el movimiento ensayado: levanta la tapa de una olla; desde la ancha boca brota una nube de vapor que sube hasta el cielorraso que transpira ríos de agua hervida. Introducen al decápodo en la marmita y sus prominentes ojos alcanzan a ver los míos. El líquido hirviente abrasa la carne blanca del animal y le cuece los órganos antes de que pierda la conciencia. Con una servilleta froto el vidrio de protección de la pantalla del celular, pero no puedo borrar la estría que talló la langosta.
En la tele dicen que no encuentran al periodista que entrevistó al rey de Tailandia.
El chef de Canning Soho levanta la tapa de la olla, pone la langosta en un plato grande y el mozo me la trae hasta la mesa. Muy despacio, la langosta abre y cierra las pinzas. Con un movimiento estudiado y preciso, la rompo en dos partes.
Ocho langostas andan en la pecera enorme del fondo del restaurante. Mueven las patas coordinadamente y abren y cierran las pinzas en cámara lenta. Señalo la que me parece más grande, ningún otro criterio. El mozo la atrapa mediante una herramienta especialmente diseñada para esa tarea. Me la muestra para que certifique que es la que elegí. Busco el celular en el bolsillo y activo la cámara; me acerco al animal que mueve las patas como si estuviera nadando. Necesito el flash, pienso y busco el ícono para activarlo entre los diez o doce que me muestra el display. La langosta estira la pata y agarra el teléfono con la pinza; el rayón en el vidrio es inmediato. Pulso el botón de disparo y la luz encandila al crustáceo. Suelta el móvil y el mozo encara hacia la cocina. Mientras se aleja hacia la olla hirviendo, el mozo sonríe indolente. El chef tiene el movimiento ensayado: levanta la tapa de una olla; desde la ancha boca brota una nube de vapor que sube hasta el cielorraso que transpira ríos de agua hervida. Introducen al decápodo en la marmita y sus prominentes ojos alcanzan a ver los míos. El líquido hirviente abrasa la carne blanca del animal y le cuece los órganos antes de que pierda la conciencia. Con una servilleta froto el vidrio de protección de la pantalla del celular, pero no puedo borrar la estría que talló la langosta.
En la tele dicen que no encuentran al periodista que entrevistó al rey de Tailandia.
El chef de Canning Soho levanta la tapa de la olla, pone la langosta en un plato grande y el mozo me la trae hasta la mesa. Muy despacio, la langosta abre y cierra las pinzas. Con un movimiento estudiado y preciso, la rompo en dos partes.
Esto No Está Chequeado | Sección no basada en hechos reales | Cualquier semejanza con la realidad es mala puntería | Contacto: ezeizaediciones@yahoo.com.ar
Blogger Comment