Por Ariel Müsil | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
El sol caía lentamente sobre los techos de Sol de Oro y en nuestra casita yo preparaba la cama con miedo a la noche.
Mamá me dijo que tengo que ser valiente, que en la oscuridad no hay nada que quiera lastimarme. Me puse el pijama y esperé a que mami llegara.
Ella vino tan dulce como siempre y comenzó a arroparme con todo el amor del mundo, me recordó que esta noche, como todas las otras, tengo que ser valiente.
Pero me da miedo el monstruo que vive en el armario. Tan malo, tan horrible. Metí toda la cabeza bajo las sábanas y esperé. Sentía que el monstruo estaba ahí, esperando para hacerme daño, con su horrible presencia. Odio al monstruo, es pequeño, cobarde y feo, y siempre se está escondiendo, esperando. Por la noche oí un fuerte ruido y los gritos de papá y mamá.
Papá había llegado enojado otra vez. Escuché que el florero de la abuela se caía y se rompía en mil pedazos, escuché a mamá esconderse en el baño y a papá golpear la puerta. Hasta que se detuvo. Sabía que ahora venía por mí. Busqué rápidamente en dónde esconderme, debajo de la cama me iba a ver, en un rincón también… Sólo quedaba un lugar: el armario.
Tomé aire y me metí ahí. Papá entró a la habitación y empezó a buscarme. Sentí su respiración. No la de papá, la del monstruo del armario. Respiraba agitado y puedo jurar que me estaba viendo fijamente. Él sabía quién era yo, me conocía muy bien, y yo a él. Pude sentir el miedo mientras papá salía de la habitación y yo me quedaba solo con ese horrible monstruo. Cerré los ojos para no verlo, sentí que me hacía en los pantalones. Me tapé la cara con las manos. Pero mamá me dijo que tengo que ser valiente.
Al abrir los ojos allí estaba, el monstruo del armario, tan feo, tan cobarde que no hacía nada mientras papá lastimaba a mamá y yo me moría de miedo, allí estaba el monstruo, horripilante, temblando y mirándome fijo, parado en medio de un gran espejo.
Mamá me dijo que tengo que ser valiente, que en la oscuridad no hay nada que quiera lastimarme. Me puse el pijama y esperé a que mami llegara.
Ella vino tan dulce como siempre y comenzó a arroparme con todo el amor del mundo, me recordó que esta noche, como todas las otras, tengo que ser valiente.
Pero me da miedo el monstruo que vive en el armario. Tan malo, tan horrible. Metí toda la cabeza bajo las sábanas y esperé. Sentía que el monstruo estaba ahí, esperando para hacerme daño, con su horrible presencia. Odio al monstruo, es pequeño, cobarde y feo, y siempre se está escondiendo, esperando. Por la noche oí un fuerte ruido y los gritos de papá y mamá.
Papá había llegado enojado otra vez. Escuché que el florero de la abuela se caía y se rompía en mil pedazos, escuché a mamá esconderse en el baño y a papá golpear la puerta. Hasta que se detuvo. Sabía que ahora venía por mí. Busqué rápidamente en dónde esconderme, debajo de la cama me iba a ver, en un rincón también… Sólo quedaba un lugar: el armario.
Tomé aire y me metí ahí. Papá entró a la habitación y empezó a buscarme. Sentí su respiración. No la de papá, la del monstruo del armario. Respiraba agitado y puedo jurar que me estaba viendo fijamente. Él sabía quién era yo, me conocía muy bien, y yo a él. Pude sentir el miedo mientras papá salía de la habitación y yo me quedaba solo con ese horrible monstruo. Cerré los ojos para no verlo, sentí que me hacía en los pantalones. Me tapé la cara con las manos. Pero mamá me dijo que tengo que ser valiente.
Al abrir los ojos allí estaba, el monstruo del armario, tan feo, tan cobarde que no hacía nada mientras papá lastimaba a mamá y yo me moría de miedo, allí estaba el monstruo, horripilante, temblando y mirándome fijo, parado en medio de un gran espejo.
Esto No Está Chequeado | Sección no basada en hechos reales | Cualquier semejanza con la realidad es mala puntería | Contacto: ezeizaediciones@yahoo.com.ar
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