Por Míster Afro | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
Este verano me contrataron para realizar diversas tareas en una casaquinta del Barrio Tres Américas, en Carlos Spegazzini.
El dueño, filósofo y neurocientífico dedicado a la inteligencia artificial y al diseño de robots, se iría de viaje por Europa durante dos meses.
La quinta es hermosa, enorme. Su propietario me dio libertad de usar la pileta y hacer reuniones. Mi trabajo: mantener la limpieza y el orden, atender el jardín y darles de comer a las mascotas. Obtuve el encargo gracias a una conocida de mi abuela Achebe.
Giulio Pellegrino me citó y me mostró los rosales, las astromelias, sus orquídeas.
—Te voy a explicar lo más importante, lo crucial. Las flores son de polímero sintético. Debés caminar frente a ellas, hablarles y hacer que les tirás agua con una regadera vacía.
—¿Esto tengo que hacer? —pregunté, perplejo y curioso.
—Todos los días, sin falta. ¿Te parece difícil? —fue su respuesta.
La paga anunciada era muy buena, así que no me animé a seguir indagando en aquello que me parecía absurdo.
—Los tres perritos y el gato son cyborgs —continuó—. Tenés que alimentarlos y darles agua a la mañana y al atardecer. Hay que renovar unos recipientes vacíos, que deben estar relucientes.
Durante todo enero cumplí a rajatabla con lo pactado. También me di el lujo de armar un par de fiestas numerosas. Un día le conté a un amigo cómo venía la mano. Le dije que me sentía un estúpido dando vueltas por el jardín con la regadera de utilería y simulando custodiar a unos muñecos.
—¿Te vigilan? ¿Hay cámaras?
—Solo en el portón de entrada. En el resto de la vivienda hay un sistema de alarmas.
—No hagas nada —lanzó.
Por un par de días suspendí las labores y el fin de semana me dispuse repasar los muebles. Siempre se junta mucho polvo.
Cuando regresé, gran parte del jardín estaba seco y los cuatro animales habían fallecido. Hablé con mi abuela y me dijo que llamara enseguida a Pellegrino. Le mandé un whatsapp y me respondió:
—Vuelvo la semana próxima y conversamos.
Haciendo de tripas corazón, di la cara.
—Espero que aprenda algo de todo esto —me dijo.
Balbuceé un avergonzado pedido de disculpas y no pude evitar comentar:
—No entiendo qué pasó.
—Es aún muy joven, pero debe empezar a comprender algunas cosas. Su misión era aparentar cuidar a las plantas y a los animales... para que no aparentaran secarse o morir.
Me acompañó a la salida y me despidió sin más explicaciones.
Cabizbajo, subí a mi bici y de vuelta a casa me di ánimo pensando en que si aparento creer que todo salió bien en lo de Giulio Pellegrino, quizá, algún día, todo habrá salido bien en lo de Giulio Pellegrino.
El dueño, filósofo y neurocientífico dedicado a la inteligencia artificial y al diseño de robots, se iría de viaje por Europa durante dos meses.
La quinta es hermosa, enorme. Su propietario me dio libertad de usar la pileta y hacer reuniones. Mi trabajo: mantener la limpieza y el orden, atender el jardín y darles de comer a las mascotas. Obtuve el encargo gracias a una conocida de mi abuela Achebe.
Giulio Pellegrino me citó y me mostró los rosales, las astromelias, sus orquídeas.
—Te voy a explicar lo más importante, lo crucial. Las flores son de polímero sintético. Debés caminar frente a ellas, hablarles y hacer que les tirás agua con una regadera vacía.
—¿Esto tengo que hacer? —pregunté, perplejo y curioso.
—Todos los días, sin falta. ¿Te parece difícil? —fue su respuesta.
La paga anunciada era muy buena, así que no me animé a seguir indagando en aquello que me parecía absurdo.
—Los tres perritos y el gato son cyborgs —continuó—. Tenés que alimentarlos y darles agua a la mañana y al atardecer. Hay que renovar unos recipientes vacíos, que deben estar relucientes.
Durante todo enero cumplí a rajatabla con lo pactado. También me di el lujo de armar un par de fiestas numerosas. Un día le conté a un amigo cómo venía la mano. Le dije que me sentía un estúpido dando vueltas por el jardín con la regadera de utilería y simulando custodiar a unos muñecos.
—¿Te vigilan? ¿Hay cámaras?
—Solo en el portón de entrada. En el resto de la vivienda hay un sistema de alarmas.
—No hagas nada —lanzó.
Por un par de días suspendí las labores y el fin de semana me dispuse repasar los muebles. Siempre se junta mucho polvo.
Cuando regresé, gran parte del jardín estaba seco y los cuatro animales habían fallecido. Hablé con mi abuela y me dijo que llamara enseguida a Pellegrino. Le mandé un whatsapp y me respondió:
—Vuelvo la semana próxima y conversamos.
Haciendo de tripas corazón, di la cara.
—Espero que aprenda algo de todo esto —me dijo.
Balbuceé un avergonzado pedido de disculpas y no pude evitar comentar:
—No entiendo qué pasó.
—Es aún muy joven, pero debe empezar a comprender algunas cosas. Su misión era aparentar cuidar a las plantas y a los animales... para que no aparentaran secarse o morir.
Me acompañó a la salida y me despidió sin más explicaciones.
Cabizbajo, subí a mi bici y de vuelta a casa me di ánimo pensando en que si aparento creer que todo salió bien en lo de Giulio Pellegrino, quizá, algún día, todo habrá salido bien en lo de Giulio Pellegrino.
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