Por Ignacio Gauna(*) | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
—¿Entonces me estás diciendo que vos no sos quien escribe en el diario? —pregunta la psicóloga, tratando de ordenar el relato de su paciente.
—Correcto —contesta Marco Millán, de treinta y dos años, apasionado del metalenguaje—. Quien escribe por mí tiene mucha imaginación y buen vocabulario, aunque muchas faltas de ortografía. El dueño de la propiedad intelectual de los relatos carece de cerebro, de emociones, de pensamientos. Sin embargo, sus historias están repletas de humanidad y de alma.Yo no soy el que inventa los cuentos para La Palabra. La que escribe es mi mano.
—¿Tu mano? —se intriga la psicóloga—. ¿Hablamos en un sentido metafórico o literal?
—Literal —responde Marco—. Esta extraña sensación la comencé a percibir desde que me aventuré a la ficción. Cuando estoy frente a una hoja y un lápiz, mi mano empieza a escribir y yo la contemplo. Se mueve como una araña. Si miro fijamente mi palma, llego a descubrir los gestos de una cara. A veces sonríe. Me encantaría escribir como lo hace ella. A esta mano le pasó de todo: sangró, se raspó, una vez se prendió fuego... Recuerdo como si hubiese sido ayer cuando casi muere en las garras… corrijo: cuando casi es triturada por los dientes de un perro. Hace poco hasta le puse un nombre: “Eustaquio”. No pude hacer más que entrar en su juego. Yo ya entendí y asumí que ella es el motivo de mi habilidad. Sin Eustaquio, no sería lo que soy, no estaría donde estoy.
Apenas Millán sale de la sesión, la profesional toma el celular y llama al Director de La Palabra. La línea fina entre lo posible y lo extraño se sacude como esa soga utilizada en los recreos escolares por alumnas saltarinas.
¿Qué ocurrirá ahora con Marco Millán? ¿Podríamos aventurar que su confesión marcará el fin de sus escritos? No lo sabemos aún. Esto no está chequeado.
—Correcto —contesta Marco Millán, de treinta y dos años, apasionado del metalenguaje—. Quien escribe por mí tiene mucha imaginación y buen vocabulario, aunque muchas faltas de ortografía. El dueño de la propiedad intelectual de los relatos carece de cerebro, de emociones, de pensamientos. Sin embargo, sus historias están repletas de humanidad y de alma.Yo no soy el que inventa los cuentos para La Palabra. La que escribe es mi mano.
—¿Tu mano? —se intriga la psicóloga—. ¿Hablamos en un sentido metafórico o literal?
—Literal —responde Marco—. Esta extraña sensación la comencé a percibir desde que me aventuré a la ficción. Cuando estoy frente a una hoja y un lápiz, mi mano empieza a escribir y yo la contemplo. Se mueve como una araña. Si miro fijamente mi palma, llego a descubrir los gestos de una cara. A veces sonríe. Me encantaría escribir como lo hace ella. A esta mano le pasó de todo: sangró, se raspó, una vez se prendió fuego... Recuerdo como si hubiese sido ayer cuando casi muere en las garras… corrijo: cuando casi es triturada por los dientes de un perro. Hace poco hasta le puse un nombre: “Eustaquio”. No pude hacer más que entrar en su juego. Yo ya entendí y asumí que ella es el motivo de mi habilidad. Sin Eustaquio, no sería lo que soy, no estaría donde estoy.
Apenas Millán sale de la sesión, la profesional toma el celular y llama al Director de La Palabra. La línea fina entre lo posible y lo extraño se sacude como esa soga utilizada en los recreos escolares por alumnas saltarinas.
¿Qué ocurrirá ahora con Marco Millán? ¿Podríamos aventurar que su confesión marcará el fin de sus escritos? No lo sabemos aún. Esto no está chequeado.
(*)Integra el Taller de Escritura y Literatura de la Municipalidad de Ezeiza (Niñez y Adolescencia). Edición y selección del texto para esta sección: Marco Millán, coordinador del Taller.
Esto No Está Chequeado | Sección no basada en hechos reales | Cualquier semejanza con la realidad es mala puntería | Contacto: ezeizaediciones@yahoo.com.ar
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