Por Marco Millán | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
Corre el 4 de agosto de 2061. Se celebra el Aniversario del Fin de la Guerra de los Tres Planetas. Estamos en la Estación Espacial B-01 (ex Barrio Uno), puerto espacial planetario central y se homenajeará al almirante general Ramiro Millán y los integrantes de su flota los Búhos de Día, que fueron decisivos para la victoria aliada.
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Cuando Barrio Uno era un lugar tranquilo cercano al Aeropuerto de Ezeiza, a nadie se le habría ocurrido que uno de los estudiantes de la UPE (Universidad Provincial de Ezeiza) —egresado con los mejores promedios, a una temprana edad— se convertiría en uno de los pilotos más habilidosos, fuertes y ágiles de la flota terrestre. Nadie habría imaginado que el planeta Tierra se uniría con Marte para resistir la invasión de las lunas de Júpiter, y que Millán sería clave para la victoria.
Son sorpresas que nos ofrece el tiempo, que luego nos hace evocar detalles minúsculos o intrascendentes a simple vista pero tan profundos en la continuidad de cada vida. Es difícil pensar cuál fue la semilla que convirtió al Almirante R. Millán en lo que es, lo que hizo y lo que logró. Tal vez sucedió al terminar el secundario, justo cuando la UPE comenzó con la Carrera Espacial. Quizás fue en la primaria cuando demostró cierta facilidad en la conducción de pods. Incluso pudo ser mucho antes, a sus cuatro o cinco años de edad, cuando nada del contenido de este relato podía ser considerado real y sus abuelos y los padres le regalaron al Almirante R. Millán (“Rami” en ese momento) sus primeros libros, cuando él no sabía leer pero reconocía unos pocos símbolos y dibujaba ciertas letras y unos cuantos números. De igual manera, y haciendo una inversión cognitiva, probablemente ninguno de los proveedores de los regalos en cuestión habrían pensado en sus consecuencias.
Y esta es una de las maravillas de nosotros y el paso del tiempo: percibir cómo algo ilógico (regalar un libro a un niño que no sabe leer) puede convertirse, con los años, en algo tan lógico como trascendente.
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Cuando Barrio Uno era un lugar tranquilo cercano al Aeropuerto de Ezeiza, a nadie se le habría ocurrido que uno de los estudiantes de la UPE (Universidad Provincial de Ezeiza) —egresado con los mejores promedios, a una temprana edad— se convertiría en uno de los pilotos más habilidosos, fuertes y ágiles de la flota terrestre. Nadie habría imaginado que el planeta Tierra se uniría con Marte para resistir la invasión de las lunas de Júpiter, y que Millán sería clave para la victoria.
Son sorpresas que nos ofrece el tiempo, que luego nos hace evocar detalles minúsculos o intrascendentes a simple vista pero tan profundos en la continuidad de cada vida. Es difícil pensar cuál fue la semilla que convirtió al Almirante R. Millán en lo que es, lo que hizo y lo que logró. Tal vez sucedió al terminar el secundario, justo cuando la UPE comenzó con la Carrera Espacial. Quizás fue en la primaria cuando demostró cierta facilidad en la conducción de pods. Incluso pudo ser mucho antes, a sus cuatro o cinco años de edad, cuando nada del contenido de este relato podía ser considerado real y sus abuelos y los padres le regalaron al Almirante R. Millán (“Rami” en ese momento) sus primeros libros, cuando él no sabía leer pero reconocía unos pocos símbolos y dibujaba ciertas letras y unos cuantos números. De igual manera, y haciendo una inversión cognitiva, probablemente ninguno de los proveedores de los regalos en cuestión habrían pensado en sus consecuencias.
Y esta es una de las maravillas de nosotros y el paso del tiempo: percibir cómo algo ilógico (regalar un libro a un niño que no sabe leer) puede convertirse, con los años, en algo tan lógico como trascendente.
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