Por Marco Millán | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
Todo comenzó en la mañana del jueves. Como se diría comúnmente, me levanté con el pie izquierdo. ¿Es el jueves el mejor día de la semana? Es cuando yo, Antonio, veo a mis Avis y voy con ellos a Feudalia. Entonces, contestando a la pregunta, diría que el jueves es el mejor día de mi semana. Aunque ese jueves fue difícil, aventuradamente distinto.
Feudalia (en lenguaje connotativo): Bosques de Ezeiza. Es un hermoso prado, lleno de vida y muerte, de luces y sombras, de ruidos y silencios, un lugar perfecto. Pero el jueves que me levanté con el pie izquierdo llovía. No me desagrada la lluvia, sólo que no me gusta mojarme, mojarme duele. Justo ese jueves lluvioso tenía la dura tarea de viajar a Feudalia. Un viaje repleto de peligros. Por supuesto tenía mi Accipiter alistada y cargada; la ballesta encantada con runas mágicas que repelen el agua; y mi Ibis, una armadura de oro y esmeralda con las mismas propiedades. Con los sentidos perturbados, distorsionados y enloquecidos, el viaje fue una eternidad. La incertidumbre de lo no seguro me dolía tanto o más que el dolor al mojarme. No puedo recordar otros momentos de alegría inexpresiva similares a las que sentí, al llegar y cumplir con mi misión.
***
Ser madre de Antonio no es nada fácil, pero no lo cambiaría por nada. Recibo mucho de él por más que pocos lo puedan entender. Aunque parezca que está siempre en piloto automático, que se encuentra en un mundo medieval imaginario, me hace feliz, ¡la madre más feliz del mundo! ¿Qué madre no lo es? A veces creo estar actuando mal, no permitirle ser un niño. Pero en los momentos donde logra mirarme (eso que tanto le cuesta) conseguimos acercarnos. Pienso mucho en tratar de ponerme en su lugar, algo imposible, pero no puedo dejar de preguntarme cómo siente y cómo piensa. Estoy segura de que lo hace, a su manera, como si todo fuese otro mundo, otro tiempo, como si todo fuese un juego.
Feudalia (en lenguaje connotativo): Bosques de Ezeiza. Es un hermoso prado, lleno de vida y muerte, de luces y sombras, de ruidos y silencios, un lugar perfecto. Pero el jueves que me levanté con el pie izquierdo llovía. No me desagrada la lluvia, sólo que no me gusta mojarme, mojarme duele. Justo ese jueves lluvioso tenía la dura tarea de viajar a Feudalia. Un viaje repleto de peligros. Por supuesto tenía mi Accipiter alistada y cargada; la ballesta encantada con runas mágicas que repelen el agua; y mi Ibis, una armadura de oro y esmeralda con las mismas propiedades. Con los sentidos perturbados, distorsionados y enloquecidos, el viaje fue una eternidad. La incertidumbre de lo no seguro me dolía tanto o más que el dolor al mojarme. No puedo recordar otros momentos de alegría inexpresiva similares a las que sentí, al llegar y cumplir con mi misión.
***
Ser madre de Antonio no es nada fácil, pero no lo cambiaría por nada. Recibo mucho de él por más que pocos lo puedan entender. Aunque parezca que está siempre en piloto automático, que se encuentra en un mundo medieval imaginario, me hace feliz, ¡la madre más feliz del mundo! ¿Qué madre no lo es? A veces creo estar actuando mal, no permitirle ser un niño. Pero en los momentos donde logra mirarme (eso que tanto le cuesta) conseguimos acercarnos. Pienso mucho en tratar de ponerme en su lugar, algo imposible, pero no puedo dejar de preguntarme cómo siente y cómo piensa. Estoy segura de que lo hace, a su manera, como si todo fuese otro mundo, otro tiempo, como si todo fuese un juego.
Esto No Está Chequeado | Sección no basada en hechos reales | Cualquier semejanza con la realidad es mala puntería | Contacto: ezeizaediciones@yahoo.com.ar
Blogger Comment