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La Palabra de Ezeiza | Julio de 2024

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La gran estafa

Por Hugo Alberto Panza | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch


Aquel domingo salí a caminar por Ezeiza. Estaba solo y decidido a disfrutar de un día tranquilo. Pasé por la puerta de un pequeño templo que se anunciaba como Asamblea de Dios; a los pocos minutos vi otro llamado La Nueva Jerusalén; luego a uno bautizado Iglesia del Nuevo Templo, y pensé: “Es cuestión de meter ciertas palabras en una bolsa, como templo, asamblea, últimos, primeros, Dios, Jesucristo, siete, alabanza, luz, etcétera. Luego ir sacando las palabras y algo se forma”. Pero, entonces, pasé por la puerta de una que me descolocó. Decía: Iglesia del Pensamiento Crítico. “¿Cómo es esto? —pensé—. ¿No es una contradicción?”. Si el cartel buscaba generar curiosidad, lo logró. 
La puerta estaba entreabierta, me venció la curiosidad. Tímidamente, entré a ese lugar y pude ver muchos bancos acomodados igual que en cualquier Iglesia. Un hombre, bien vestido, en el otro extremo del salón, desde el atrio, les hablaba a hombres y mujeres, como un cura o un pastor habla a su congregación. Esto fue lo que escuché:
—Dicen que el Rey solía, de incógnito, bien disfrazado, mezclarse con el pueblo, y un día, escuchó una conversación en un mercado. Un hombre quería vender su chancho, y pedía por él, diez gallinas. Muchos querían el chancho, pero nadie tenía las diez gallinas. Ofrecían, en cambio, otros productos que no interesaban al vendedor del chancho. Finalmente alguien le ofreció una bolsa de sal que pesaba más o menos lo mismo que el chancho, argumentando que todo el mundo usaba la sal, por lo tanto, podría luego intercambiarla por lo que quisiera. Cuando el Rey llegó a su palacio, tuvo una idea genial y decidió comunicarles a sus súbditos las nuevas medidas que implementaría en su reino. Sólo deseo la felicidad de mis súbditos —les dijo—. ¿Cómo van a estar llevando de aquí para allá las bolsas de sal para intercambiar sus productos? He ordenado que se construya un gigantesco depósito en mi palacio, y aquel que tenga una bolsa de sal debe depositarla allí. Le entregaremos un certificado que diga “Vale por una bolsa de sal”. Si finalmente alguien quiere la sal, sólo debe venir con el certificado, y entonces se la daremos. Se cumplieron las órdenes del Rey y todos los habitantes del reino llevaron sus bolsas de sal y, a cambio, se les entregó dicho billete con el sello real.
***
—¿Entendés? Había creado el circulante, que es el billete. El respaldo de ese circulante eran las bolsas de sal —le dijo un hombre mayor que se encontraba sentado en el último banco a un joven que estaba a su lado y en voz baja para no molestar al que predicaba.
***
—Pero el Rey era un poco tramposo —continuó el Predicador—, y cuando se dio cuenta que tenía cien bolsas de sal en su depósito, en lugar de emitir cien comprobantes, emitió ciento uno, quedándose él con un certificado sin haber puesto ninguna bolsa de sal en el depósito real. Había inventado la emisión monetaria y la devaluación del billete. Por supuesto que el Rey era más rico: le había sacado un poquito a cada súbdito sin que se dieran cuenta y, cuando se llegó a las mil bolsas de sal, ya tenía emitidos diez certificados extras para él mismo. A más circulante, más rico se hacía el Rey. ¡Y ahora, señores y señoras! ¡A pensar se ha dicho! —concluyó el Predicador.
***
Todos comenzaron a discutir con el que, ocasionalmente, estaba a su lado. Como cuando se da la paz en una misa, pero con más barullo. Y esto fue lo que escuché que hablaban esos dos que estaban cerca mío:
—¿Ahora entendés por qué las transacciones internacionales se hacen en dólares? ¡Estados Unidos estafó al mundo entero! —le dijo el hombre mayor al joven.
—¿Estás seguro? ¡No puede ser! ¿El dólar no tiene ningún respaldo? —preguntó el joven
—¡No tiene! ¡Y hay algo peor! ¡Tampoco es la moneda del Estado! ¡Es de la Reserva Federal! ¡Que es un grupo de bancos privados!
—¡Noooo! ¡No puede ser! ¡Me estás jorobando! ¡Es como si me dieran a mí la maquinista de hacer billetes y me dijeran que los míos valen y cualquier otro es falsificación!
—Tal cual, así es. Vos lo dijiste. Lo hicieron en 1912 en Estados Unidos y estafaron a todos los ciudadanos estadounidenses, en 1944. En un lugar llamado Breton Woods, prepararon la estafa a todo el mundo, al hacer circular el dólar para las transacciones internacionales. En 1971 Nixon concretó la estafa al quitar todo respaldo en forma oficial.
—¿Quiere decir que estamos mantenimiento a unos pocos súpervagos que lo único que hacen es imprimir papelitos?
—Así es mi amigo. Uno sólo de esos vagos ricos vale por varios millones de vagos pobres. Pero siempre te hacen creer que la culpa de todo es de los vagos pobres, como si los vagos ricos no existiesen.
***
Estaba sorprendido, como nunca lo había estado en mi vida. Me encontraba algo aturdido. Mi mente comenzó a funcionar aceleradamente como si hubiera entrado en trance. Mientras caminaba, sentí cómo si toda mi vida hubiera vivido en la oscuridad y, de pronto, viera la luz. ¡Me cayó la ficha! Quien sabe, tal vez vuelva algún día a esa Iglesia de la calle Tuyucué.

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