Por Pablo Ruocco | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
Se dice que, en algún lugar apartado de Tristán Suárez en alguna calle interna del Barrio Links-Erratchú, vive el Doctor Miguel: un hombre tan ermitaño como sombrío que, relatan algunos vecinos de la zona, ofrece un tratamiento terapéutico bastante particular.
Parece que, en vez de medicinas, prescribe libros (o lecturas, cuando tiene muestras gratis en PDF). De esta manera, por ejemplo, si un joven acude en su ayuda con un mal de amores y la esperable angustia del “corazón roto”, le indica la lectura de algún cuento de Lovecraft: “Para que sepa que siempre se puede estar peor”, señala el doctor, con un dejo de misterio.
Otra persona que da cuenta de su tratamiento —del cual se desconocen los montos que cobra por sesión, aunque se sospecha que arriba de los cuatro dígitos— es el afamado fotógrafo de la zona Leonardo Marino: “Fui a consultar al Doctor Miguel, porque mis fotos no salían como yo quería, algunas me salían movidas, otras oscuras... Esto me tenía bastante preocupado. Ya no sabía qué hacer, alguien del barrio me lo recomendó y ahí fui”. Cuando se le consulta sobre qué le dio el enigmático profesional, Leonardo explica con vehemencia: “Me indicó la lectura de El chico que arruinaba las fotos, una novela de Hernán Casciari. Me encantó, la leí de un tirón. No sé por qué, pero ahora las fotos me salen todas preciosas...incluso estoy por publicar un libro con mis mejores producciones”.
Nadie sabe en qué tipo de escuela o paradigma psicológico se basa el Doctor Miguel para fundamentar su accionar. Él dice que toma recursos y conceptos de distintas disciplinas pero que, principalmente, cree en el poder curativo de la lectura. Tal es así que llama a su tratamiento como “Lecturapia”, nombre un tanto polémico para quienes se sienten guardianes del lenguaje y descreen de los neologismos.
Parece que, en vez de medicinas, prescribe libros (o lecturas, cuando tiene muestras gratis en PDF). De esta manera, por ejemplo, si un joven acude en su ayuda con un mal de amores y la esperable angustia del “corazón roto”, le indica la lectura de algún cuento de Lovecraft: “Para que sepa que siempre se puede estar peor”, señala el doctor, con un dejo de misterio.
Otra persona que da cuenta de su tratamiento —del cual se desconocen los montos que cobra por sesión, aunque se sospecha que arriba de los cuatro dígitos— es el afamado fotógrafo de la zona Leonardo Marino: “Fui a consultar al Doctor Miguel, porque mis fotos no salían como yo quería, algunas me salían movidas, otras oscuras... Esto me tenía bastante preocupado. Ya no sabía qué hacer, alguien del barrio me lo recomendó y ahí fui”. Cuando se le consulta sobre qué le dio el enigmático profesional, Leonardo explica con vehemencia: “Me indicó la lectura de El chico que arruinaba las fotos, una novela de Hernán Casciari. Me encantó, la leí de un tirón. No sé por qué, pero ahora las fotos me salen todas preciosas...incluso estoy por publicar un libro con mis mejores producciones”.
Nadie sabe en qué tipo de escuela o paradigma psicológico se basa el Doctor Miguel para fundamentar su accionar. Él dice que toma recursos y conceptos de distintas disciplinas pero que, principalmente, cree en el poder curativo de la lectura. Tal es así que llama a su tratamiento como “Lecturapia”, nombre un tanto polémico para quienes se sienten guardianes del lenguaje y descreen de los neologismos.
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