Por Míster Afro | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
“Si viera un perro muerto me moriría de orfandad pensando en las caricias que recibió. Los perros son como la muerte: quieren huesos. En cuanto a la muerte, sin duda se entretiene tallándolos en forma de lapiceras, cucharitas, de cortapapeles, de tenedores, de ceniceros”. Esto nos recitó Alejandro Pizarnik, un vecino del barrio Villa Guillermina, quien se acercó a La Palabra de Ezeiza muy preocupado por su perro Euclides.
De acuerdo con el relato del poeta Pizarnik (que dice ser primo de la afamada escritora, a quien gusta plagiar), su caniche toy, noble y buenazo, de un día para el otro mostró una conducta extraña, casi felina. De querer estar siempre con él, pasó a mostrarse reticente y huraño. El cambio de carácter ocurrió tras una noche de tormenta cuando una luz cegadora cubrió el patio. “Pensé que un rayo había caído sobre la casita de Euclides —dijo Pizarnik—, pero cuando me asomé por la ventana de la cocina mi perrito estaba ahí, mirándome, sano y salvo. Tendría que haber sospechado algo, pero en ese momento no me di cuenta. Sus ojos brillaban en la oscuridad. Desde ese día nada fue igual”.
Una madrugada, Pizarnik descubrió al perrito sentado frente a la laptop encendida. Al ver al dueño de casa, Euclides saltó de la silla y se fugó por la puerta del lavadero. Cuando Pizarnik revisó el historial, descubrió que Euclides visitó webs sobre terraplanistas, reptilianos y antivacunas, y abrió cuentas en Facebook, Instagram y Twitter. Miró también la peli Usurpadores de cuerpos, donde los humanos son reemplazados por alienígenas que planean dominar la Tierra desde un pueblito de Estados Unidos.
Durante algunos días, Pizarnik esperó en vano el regreso de Euclides, hasta que decidió actuar. Primero, pidió la urgente intervención del Centro de Identificación Aeroespacial y su Comisión de Estudio de Fenómenos Espaciales. Segundo, se presentó a esta redacción para hacer público el asunto.
Al cierre de nuestra edición, la mascota sigue ausente y don Pizarnik se halla sumido en el terror: sufre por la vida de Euclides y teme que, tras el inocente rostro de su caniche toy, los extraterrestres estén tratando de meternos el perro para comenzar una espeluznante invasión.
Una madrugada, Pizarnik descubrió al perrito sentado frente a la laptop encendida. Al ver al dueño de casa, Euclides saltó de la silla y se fugó por la puerta del lavadero. Cuando Pizarnik revisó el historial, descubrió que Euclides visitó webs sobre terraplanistas, reptilianos y antivacunas, y abrió cuentas en Facebook, Instagram y Twitter. Miró también la peli Usurpadores de cuerpos, donde los humanos son reemplazados por alienígenas que planean dominar la Tierra desde un pueblito de Estados Unidos.
Durante algunos días, Pizarnik esperó en vano el regreso de Euclides, hasta que decidió actuar. Primero, pidió la urgente intervención del Centro de Identificación Aeroespacial y su Comisión de Estudio de Fenómenos Espaciales. Segundo, se presentó a esta redacción para hacer público el asunto.
Al cierre de nuestra edición, la mascota sigue ausente y don Pizarnik se halla sumido en el terror: sufre por la vida de Euclides y teme que, tras el inocente rostro de su caniche toy, los extraterrestres estén tratando de meternos el perro para comenzar una espeluznante invasión.
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