Por Fernando Garriga (*) | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch
No puedo dar nombres.Tengo familia y temo por ellos. Pero la historia es cierta, ocurrió en Ezeiza y la narraré tal como me fue referida por gente de los suburbios adonde a veces recurro para mis investigaciones.
El día de su secuestro, el conocido almacenero E fue llevado encapuchado a una cámara secreta. El aguantadero era parte de una obra de alcantarillado y, por la erosión de las lluvias, se había ido formando una cueva a la que se accedía alzando una boca de tormenta, que me privo de decir en qué esquina queda. Sólo diré que es por la calle Lamadrid, cerca de la rotonda nueva, llegando a Canning.
La negociación para el pago del rescate fue llevada adelante por un delincuente de alias Sifón, altamente conocido en el bajo mundo por resonantes robos. Del otro lado del teléfono fue la madre de E quien quiso llevar por sí misma y con hidalguía las negociaciones.
Los secuestradores comenzaron por pedir un millón a lo que la madre casi se muere primero de incrédula risa y luego de furia, vaya descaro. Pidió una prueba de vida: grabaron un video en el que aparecía E con los ojos vendados y el diario La Palabra de Ezeiza de ese jueves.
Al tiempo, las pretensiones de los malvivientes franquearon descendentemente la barrera de los cincuenta mil pesos. La madre de E seguía negándose. Alegaba que un almacén no da para tanto. Al final se pusieron de acuerdo en una pieza de jamón, media de mortadela, un cajón de cerveza y dos paquetes de aceitunas. La madre de E se negó a entregar descarozadas y puso de las comunes.
La liberación de E llegó tras el pago del gastronómico rescate. Sano y salvo abrazó a madre y a tíos.
Lo que narran los sorprendidos secuestradores es que el teléfono que fue usado para las negociaciones volvió a sonar esa misma medianoche. No atendieron pensando en que podía tratarse de una emboscada policial. Sin embargo escucharon un audio en el que la ofuscada voz de la madre de E, tras insultarlos, les reclamaba la devolución de los envases de cerveza.
Así de peliagudas están las cosas con esto de la pandemia.
La negociación para el pago del rescate fue llevada adelante por un delincuente de alias Sifón, altamente conocido en el bajo mundo por resonantes robos. Del otro lado del teléfono fue la madre de E quien quiso llevar por sí misma y con hidalguía las negociaciones.
Los secuestradores comenzaron por pedir un millón a lo que la madre casi se muere primero de incrédula risa y luego de furia, vaya descaro. Pidió una prueba de vida: grabaron un video en el que aparecía E con los ojos vendados y el diario La Palabra de Ezeiza de ese jueves.
Al tiempo, las pretensiones de los malvivientes franquearon descendentemente la barrera de los cincuenta mil pesos. La madre de E seguía negándose. Alegaba que un almacén no da para tanto. Al final se pusieron de acuerdo en una pieza de jamón, media de mortadela, un cajón de cerveza y dos paquetes de aceitunas. La madre de E se negó a entregar descarozadas y puso de las comunes.
La liberación de E llegó tras el pago del gastronómico rescate. Sano y salvo abrazó a madre y a tíos.
Lo que narran los sorprendidos secuestradores es que el teléfono que fue usado para las negociaciones volvió a sonar esa misma medianoche. No atendieron pensando en que podía tratarse de una emboscada policial. Sin embargo escucharon un audio en el que la ofuscada voz de la madre de E, tras insultarlos, les reclamaba la devolución de los envases de cerveza.
Así de peliagudas están las cosas con esto de la pandemia.
(*) Escritor y paisajista, tiene publicados cuatro libros: Escuela para ciegos (2013), Continuidad de la obra (2015), Cumpleaños en la isla (2016) y Las invasiones ranqueles según mamá (2019).
Esto No Está Chequeado | Sección no basada en hechos reales | Cualquier semejanza con la realidad es mala puntería | Contacto: ezeizaediciones@yahoo.com.ar
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