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La Palabra de Ezeiza | Marzo de 2024

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Los volantes de la calle... y el destino


Por Hugo Alberto Panza (*)Esto No Está Chequeado | Ilustración: Tomassini

Ese día era su franco. Tenía tiempo, y Javier decidió aprovecharlo para pagar algunas facturas. Pensaba cruzar la estación de Ezeiza por el paso bajo nivel y dirigirse al Pago Fácil del Correo. Caminaba por la calle Ramos Mejía, y ya cerca de la estación, comenzaron a ofrecerle volantes de propaganda.
Pero ese día no estaba de humor. Quién sabe por qué, pero estaba haciendo un repaso de su vida, y no la encontraba interesante. ¿Acaso quería engañarse a sí mismo? “La frase exacta debería ser: no soy feliz”.
Tenía 28 años y estaba solo. Ni esposa, ni novia, ni hijos ni nada. Sólo había tenido una novia, unos meses, cuando tenía 20 años, y nada más. Pero lo cierto es que el gran amor de su vida había sido Claudia, esa compañera de secundaria a la que nunca le había confesado su amor. ¡Cuánto la había amado! ¡Cuánto!
El semáforo dio luz verde a los peatones, y comenzó a cruzar la Ruta 205 caminando hacia la estación. Fue en ese momento cuando leyó, en uno de los volantes que le habían entregado, la frase:

VE POR FRENCH

Se detuvo sorprendido en la vereda de la estación mirando el volante, mientras decenas de personas apuradas, lo esquivaban.
“¡¿Qué clase de propaganda es esta?! —se preguntaba—. ¡¿Cómo puede decir ‘Ve por French’ un volante de propaganda?!”.
Trató de descubrir quién se lo había dado mirando hacia el otro lado de la ruta, pero la verdad es que no había prestado la debida atención. Muchas personas estaban entregando volantes. ¿Cuál de todas había sido?
El volante lo había intrigado, y sin saber por qué, cambió de opinión y, en lugar de cruzar por el bajo nivel, decidió dirigirse hacia la barrera. Luego de cruzar las vías, y ya caminando por la vereda de la plaza, decidió comprarse un paquete de garrapiñadas en un pequeño puesto. Comenzó a comerlas inmediatamente, mientras se dirigía al Correo. Cuando llegó, encontró un cartel que decía:

NO HAY SISTEMA

“¡Será posible! —pensó—. ¡Seguro que no hay sistema en ningún Pago Fácil!”.
Resignado, comenzó a regresar, y llegando a la calle Presidente Perón, se le acabaron las garrapiñadas. Estaba por tirar la bolsita a un tacho de basura, cuando descubrió que en su interior había un papel muy pequeño. Cuando lo leyó, no podía salir de su asombro.
“¿Qué está ocurriendo?”, se preguntó.
La nota decía:

POR PRESIDENTE PERÓN, A LA DERECHA

Miró hacia el puesto de garrapiñadas, pero éste ya no estaba.
Estaba totalmente confundido. Parecían notas dirigidas a él, como si alguien le indicara por qué calles debía circular. Pero, ¿quién podría imprimir un volante sólo para él, o introducir una nota en el fondo de una bolsita de garrapiñadas sabiendo que la compraría? Nada tenía sentido, nunca le había ocurrido algo así.
¿Y ahora qué? ¿Seguiría las instrucciones?
“¿Por qué no?”, pensó.
Caminó por Presidente Perón. Hacía calor, era un día de sol, y cuando llegó a los bancos con sus mesas de cemento ubicados bajo los árboles de la plaza, decidió hacer un alto. Alguien había dibujado con tiza, en la mesa, una bandera.
La observó bien.
“Sí, es la de Panamá. Seguramente alguien la copió desde aquí, mirando la Plaza de las Américas”, pensó Javier.
Se levantó, y continuó su camino por Perón, siempre mirando las banderas. Ya muy cerca de ellas, prestó atención a la de Panamá. Siguió con su vista el mástil y pudo ver a una mujer sentada a su lado.
“¿Conozco a esta mujer?”, se preguntó.
¡Sí! ¡Era Claudia! ¡Hacía años que no la veía! No lo dudó un instante, e inmediatamente se acercó a ella.
—¡Claudia! ¿Cómo estás? ¿Te acordás de mí?
—¡Hola, Javier! ¡Tanto tiempo! ¿Qué hacés acá?
—Hoy es mi franco, salí a caminar porque está lindo el día. Pero, decime, ¿qué fue de tu vida? ¿Te casaste? ¿Tenés hijos?
—¡No! ¡Estoy sola! Salí a caminar, y los chicos que reparten volantes me llenaron de propagandas. ¡Todas muy raras! ¿Y vos?
—Estoy solo, también. ¿Querés caminar un rato? —dijo Javier, guardando los misteriosos volantes en el bolsillo de su pantalón.
—Vamos —le dijo Claudia, mientras ella guardaba los suyos en la cartera.
El sol brillaba más que nunca. Las banderas flameaban, recortándose su figura, en un hermoso cielo celeste.
Los corazones latían. Y la vida... apuraba el paso.

(*) Es autor del libro Cuentos (2009), integrado por las historias “La moneda mágica”, “Mariana” y “La verdadera historia de Gaspar”.

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