El viento arrastra escamas de mariposas trasnochadas que todavía no enfilaron para California.
Como no se puede sacar el producto de la poda para su recolección, algún Nerón local incendia Roma... ¡Eh!, quiero decir: ramas.
Y a la noche: un olor feo. ¿Será para protegerse del mosquito dengue? ¿Será para ahuyentar otros animalitos nocturnos? ¿Querrán espantar fantasmas, malas ondas o un karma ancestral?
Hay rabia contenida en la zona, por las ganas y la necesidad de trabajar de los empleados acodados en el mostrador. Tan estresados como los que están en las áreas de salud y seguridad en esta cuarentena.
Hay rabia por los precios... por la crisis... con los rollos acumulados en la cintura... los contratiempos burocráticos. Y el rollo sería largo.
Hace unos días vimos ralear las plantas de calle Avellaneda que bordean el edificio municipal y las del Parque Central también. Parvas de hojas de palma y otros arbustos. Montañitas de prevención y miedo.
¿Será por los murciélagos? Ellos también tienen rabia. Vecinos: a cuidar lo que mastica el gato o el perro en su patio. “¡Y dale con los murciélagos! ¡Ni que estuviéramos en Wuhan!”, me dice una vecina de French.
Mejor me olvido de la rabia colectiva y me tomo una sopita. Tengo una muy rica que traje del súper chino.
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