Por Martín Rappallini, empresario industrial(*)
La semana pasada, quienes asistimos a Transfiere Argentina, coincidimos en lo imprescindible que es iniciar un proceso de transferencia tecnológica en Argentina. Representantes industriales del mundo contaron cómo sumaron valor agregado y mayor competitividad al aplicar este camino.
Ahora, es nuestro turno de avanzar. La historia reciente demuestra que la incorporación de tecnología en los procesos productivos demostró ser un factor clave para que los países sin desarrollar lograran crecimiento sostenido y competitividad a nivel mundial.
Desde la década del ‘70 hasta ahora, nuestro país tuvo una inversión en Investigación y Desarrollo (I+D) promedio de 0,4% con respecto al PBI. Este número está muy lejos de alcanzar el 4% de inversión promedio en I+D que realizan los países más desarrollados.
Además, las naciones con economías dinámicas aplican un 80% de su I+D a la industria manufacturera. Es decir, se preocupan en llevar a la práctica sus conocimientos. De esta manera, lo que invierten en I+D tiene un beneficio directo al mejorar sus procesos productivos.
No ocurre lo mismo en la Argentina. Además de tener niveles bajísimos de inversión en I+D (sólo 0,4%) nuestro país sólo usa el 15% de este conocimiento en la industria manufacturera. Sí, un 65% menos que el resto de los países.
Para lograr un cambio profundo en la Argentina, no sólo debemos aumentar nuestra inversión (pública y privada) en I+D, sino también trabajar para que estos conocimientos sean aplicados en nuestras industrias.
Además, en el mundo hay un valioso “know how” –también llamado “conocimiento tácito”– que está disponible para iniciar un proceso de transferencia tecnológica en nuestras manufacturas.
Los países que, históricamente, contaron con un bajo nivel de inversión en I+D apelaron a este camino de transferencia tecnológica para suplir la falta de desarrollo interno.
Para aplicar este plan será necesario el aporte de organismos como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), para que colaboren en la transformación de conocimiento tácito en conocimiento aplicado a nuestra industria.
En esta tarea será fundamental el aporte de los parques tecnológicos, que son el vehículo conector entre el conocimiento creado en la academia y las industrias.
China es un claro caso testigo para medir el impacto de la transferencia tecnológica en el crecimiento. Ya en la década del ’90 el país asiático contaba con costos bajos de producción, pero fue a partir del 2008 cuando se da el salto, de la mano de la incorporación tecnológica.
Alcanza también con mirar casos argentinos, como el de la producción vitivinícola. Hace 25 años, esta industria emprendió una fuerte transformación productiva al retomar conocimiento desarrollado en otros países. Hoy, nuestros vinos compiten en el exterior en precio y calidad.
Si queremos cambiar nuestra matriz productiva, debemos emprender cuanto antes este cambio profundo. Para ello, tendremos que desarrollar un plan estratégico para aumentar la inversión en I+D y, en paralelo, transferir a nuestras industrias el conocimiento que está disponible en el mundo.
Debemos trasladar este conocimiento valioso al interior de nuestras fábricas. Para ello, debemos dejar de pensar al conocimiento como información aislada y comenzar a usarlo para mejorar nuestros procesos productivos. El camino no será breve, pero ya es hora de empezar a caminarlo.
(*) Titular del Polo Industrial Ezeiza; Presidente de la Unión Industrial de la Provincia de Buenos Aires y Presidente de la Comisión PyMI, Desarrollo Regional y Transporte de la UIA.
Transferencia tecnológica: una deuda pendiente de la Argentina
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